Cirquera

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

La memoria equilibrista

Y ahí va en vaivén la memoria y el recuerdo de Diana Rutkus en busca de su infancia y su escasa pero intensa experiencia como hija de padres dedicados al circo, madre trapecista y padre domador de leones, quienes hicieron de su juventud y de su pasión heredada de sus propios padres más que un oficio una manera de vivir en muchos lugares y en ninguno a la vez, a bordo de una casa rodante y una carpa en la que desarrollaban todo su arte.

Para Diana viajar a su pasado desde lo fragmentado y caprichoso del recuerdo, fotos encontradas entre otros elementos, grabaciones magnéticas donde se escucha su cálida voz infantil, junto a su hermano, implica un fascinante y a la vez agotador trabajo de entrega emocional pero también de reflexión para llegar a comprender que desde muy pequeña se diferenciaba del resto de las chicas y que parte de ese viaje la marcaría para siempre.

Si bien al cumplir los seis años ese idilio para ella se cortó drásticamente dada la situación económica familiar que obligó a abandonar la vida nómade por otra mucho más asentada pero menos interesante, tomar contacto con el circo supone también un reencuentro diferente con sus padres, ya jubilados y retirados de la adrenalina y éxtasis de la carpa llena, alcanzados inevitablemente por la fatiga de los años. Hoy esa casa con ruedas guarda polvo, desorden y tristeza pero algo la retiene en el fondo para que aún no hayan podido deshacerse de ella.

El tono intimista y no revisionista elegido por Andrés Habbeger y la propia Diana Rutkus para desplegar la propuesta de Cirquera es lo que hace de este documental su originalidad más allá de transitar por un mundo un tanto desconocido para el público en general aunque también limitado y anecdótico.

No obstante, en ese ida y vuelta que acumula testimonios ligados a la vida circense, material de archivo familiar muy rico y alguna que otra filmación de un espectáculo perdido, se perciben retazos de un mundo singular y ya extinto por los cambios culturales y por la forma de entender lo circense dentro de la dinámica del universo del entretenimiento.

Circo conecta en Cirquera con alegría, emoción, cuerpo y dolor en las mismas proporciones cuando entra a tallar el paso del tiempo como el único filtro de la realidad pero también en esos ojos encendidos se enquista la infancia de cada uno de nosotros como la de un espectador privilegiado ante algo inexplicable y mágico, que solamente se puede experimentar cuando la sensibilidad vence a la razón.

En Cirquera conviven finalmente dos homenajes: el que celebra una manera de vivir no convencionalmente, asumiendo los costos de esa soledad buscada, y el del oficio que deviene pasión y jamás deja de existir siempre que alguien lo recupere.