Cine de pueblo, una historia itinerante

Crítica de María Bertoni - Espectadores

Hay algo –o bastante– de Cinema Paradiso en Cine de pueblo, tributo a José Martínez Suárez que Sebastián Hermida filmó once años atrás: la ambientación en una localidad pequeña cuya sala de cine fue clausurada/recuperada; la evocación de recuerdos de infancia con «olor a celuloide» (homenajeado dixit), la inclusión de un compendio de secuencias reconocibles (fragmentos de películas de Josesito en lugar de los besos que Alfredo editó para Totó), el sonido de un viejo proyector. Incluso algunas melodías de Pablo Borghi parecen tributarias de la célebre banda sonora de Ennio Morricone.

Desde esta perspectiva Hermida y Martínez Suárez se parecen al Salvatore que Giuseppe Tornatore imaginó a fines de los ’80. El primero, a la versión joven que reconoce, admira, agradece a su mentor; el segundo a la versión madura que se redescubre y relata a sí mismo cuando vuelve a su pueblo.

En este caso la localidad en cuestión es la santafesina Villa Cañás; la sala de cine se llama Dante, y la acción transcurre en 2009 y en el marco de una proyección especial para alumnos de la escuela primaria. Ese tiempo y ese lugar conforman el contexto de esta semblanza de Martínez Suárez que, dicho sea de paso, Betina Casanova y Mariana Scarone retomaron para el documental Soy lo que quise ser que se estrenó a mediados del año pasado.

En Cine de pueblo Hermida acompaña al alma pater del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata mientras recorre su ciudad, cuando se detiene en rincones significativos, en reuniones con amigos históricos, cuando presenta y concluye la función cinematográfica para chicos, durante la entrevista que les concede a tres alumnas de la mencionada escuela primaria, cuando asiste a una puesta teatral de Drácula. La caminata estimula la memoria más íntima; el encuentro con seres queridos y con los niños, anécdotas y reflexiones profesionales.

La dedicatoria «Para mi Maestro» condensa la carga subjetiva que el documentalista libera progresivamente hasta la mitad de su película, y con todos los cartuchos después: «Era como un Rolling Stone en plena gira –dice del homenajeado– y nosotros los secundábamos como si fuéramos los demás músicos de la banda».

Este fervor podría ser la causa de las desprolijidades técnicas que se cuelan en el film, y que corren el riesgo de distraer al público que desconoce a Martínez Suárez o que es indiferente a la trayectoria del autor de El crack, Dar la cara, Los chantas, Los muchachos de antes no usaban arsénico, Noches sin luz ni soles. En cambio, los admiradores del también docente, músico, hermano de Goldie y Mirtha Legrand apreciamos especialmente este tributo que se estrenó el lunes pasado, unos cuantos años tarde pero en un momento muy oportuno: el primer aniversario de la muerte de Pepe para la familia, Joselo o Josesito para Villa Cañás y Maestro para sus alumnos.