Cincuenta sombras más oscuras

Crítica de Samantha Schuster - Cinéfilo Serial

Tres años atrás se adaptó a la pantalla grande uno de los libros más exitosos y polémicos a la vez, con un gran grupo de fanáticos y otro tanto de detractores. “Cincuenta Sombras de Grey” no pasó desapercibida a pesar de no haberse arriesgado tanto en su versión audiovisual como para impactar, pero cumpliendo con una justa medida de erotismo, ingenuidad y romance para entretener a la audiencia. Su inicio fue interesante, adentrándose en el mundo del sadomasoquismo, el cual la protagonista desconocía y el cine no lo había abordado con tanta frecuencia.

En 2017 llegó la secuela, titulada “Cincuenta Sombras Más Oscuras”, la cual se propuso indagar más acerca del pasado y los secretos de Christian Grey, quien poco a poco fue cediendo el poder por amor. Mientras tanto, Anastasia Steel comienza a tomarle el gusto a los peculiares deseos de su amado, mimetizándose en la relación. Pero todo lo atractivo que tenía la historia se esfumó en esta segunda entrega, proporcionando pocos momentos de entretenimiento, nutriéndose constantemente de un tono monótono y aburrido, sin que ninguna escena provoque tensión o conflicto (sobre todo las que deberían hacerlo). Las situaciones se suceden y a pesar de plantear “problemáticas”, éstas se resuelven sin mucho alboroto.

Las actuaciones de Dakota Johnson y Jamie Dornan son funcionales a la trama, aportando la química necesaria entre ellos, aunque por momentos los diálogos vacíos o poco inteligentes superan su interpretación. Nuevamente nos encontramos con escenas de sexo cuidadas, que logran calentar la pantalla pero que no se terminan de arriesgar en su totalidad. Prevaleció el buen gusto por sobre todo, sin caer en lo burdo.

Dentro del film podemos destacar la parte técnica, con una gran ambientación y trabajo de vestuario, haciendo que las escenas se luzcan en cuanto a su fotografía y elegancia.

En síntesis, la segunda parte de la trilogía basada en el best seller de E.L James decayó con respecto a su antecesora, ya que no sólo nos presenta más de lo mismo, sino que carece de un conflicto latente y una verdadera y profunda transformación psicológica de los personajes. Todo fluye, incluso los dramas más traumáticos, sin que nada afecte del todo a los protagonistas. En un comienzo nos presentaron las historias de cada uno y las bases de este mundo complejo del sadomasoquismo, haciendo que lo atractivo de la trama quede en el pasado. No se observa un avance ni una profundización con respecto a la primera entrega y lo que se sucede queda en la superficie. Los actores están correctos en sus papeles y la estética y música suman para poder sobrellevar un guión que hace agua.