Cincuenta sombras más oscuras

Crítica de Patricia Relats - El Espectador Avezado

Siempre que llegan estas películas me pasa que pienso que da lo mismo lo que yo escriba al respecto: la gente va a ir igual. Cuando empiezo a desmenuzar el por qué me parece que es una historia mediocre, hay dos respuestas posibles “es cine de entretenimiento” (cual si entretener fuera fácil o una mala palabra) o “bueno, ¿Qué querés? Es una película”. Honestamente, amo el cine, así que quiero buenas películas.
Habiendo dicho esto, es importante hacer otra aclaración: el libro es una cosa y la película otra. La mala narración justificando “en el libro dice que…” no existe. Cada producto tiene que defenderse por sí mismo.
“50 sombras más oscuras” es la segunda entrega de una historia que nació como fanfiction de Crepúsculo (y que apunta exactamente al mismo target) y trata de la relación entre un joven multimillonario, posesivo y sádico y una joven tímida que cae rendida a sus pies.
Entre ambos, negocian cómo llevar adelante su relación en términos que pasan de lo romántico a lo subido de tono, pero que no llegan a cumplir en ninguno de los dos ámbitos. O son demasiado melosos, o son demasiado pudorosas las imágenes para querer ser provocadoras.
Sin mencionar el desfile de secundarios y esta es de las cosas que más me molesta del film: la mejor amiga, trabaja de mejor amiga. No tiene motivaciones, impulsos, nada. Por suerte, se pone de novia con el hermano de él, entonces podemos así contar la historia inverosímil de dos de los floreros de fondo.
Hay un supuesto villano que tiene la premonición de que va a querer hacerles mal porque los hechos pasan al revés. Ni hablar de un ascenso laboral meteórico casi similar a la magia de Disney.
Habiendo dicho esto, la música de Danny Elfman es preciosa y acompaña este sentimiento del romanticismo que sin ella, no se llegaría a formar. Plagada de escenarios espectaculares y vestidos de alta costura, la película marca ritmo a partir de ella.
Si bien el director cambió, James Foley, logró elevar un poco el encanto de Jamie Dornan que era inexistente en la primera entrega y hacer que la química de ellos empezara a fluir. Dakota es imponente y simpática y al menos esta vez parecen estar medianamente a la misma altura. Sin embargo, no alcanza. ¿Por qué? Porque no hay historia.
El backstory de cada personaje parece una carta de psicología básica en donde todo es causa consecuencia y las explicaciones de lo más básicas. Suma muchos puntos una referencia a “Secretaria Ejecutiva” que, siendo Dakota la hija de Melani Griffith, es un guiño hermoso a ese clásico.
De nuevo, no importa lo que yo escriba, van a verla igual. Pero después no me digan que no les avisé.