Cincuenta sombras más oscuras

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

El amor sadomasoquista

En una época dominada por una industria cultural norteamericana volcada al conservadurismo infantiloide y asexuado, hasta un sexploitation berretón e higiénico como Cincuenta Sombras más Oscuras resulta bienvenido. Queda claro que hoy por hoy en el cine hace falta más sexo y menos CGI…

¡Qué aburrido será el Hollywood mainstream contemporáneo tracción a CGI, siempre enfrascado en bodrios de superhéroes y sagas interminables en base a la dialéctica perezosa del refrito, que un melodrama tradicional con toques de porno softcore -en este contexto- resulta refrescante! Cincuenta Sombras más Oscuras (Fifty Shades Darker, 2017), segunda entrada de una futura trilogía iniciada por Cincuenta Sombras de Grey (Fifty Shades of Grey, 2015), sigue el mismo camino de su predecesora, uno que la vincula a los novelones de la tarde/noche y en simultáneo la despega de las comedias románticas para burguesas alienadas y de los mamarrachos huecos para púberes y adultos que jamás maduraron. El film es previsible y simplón hasta la médula, no obstante cumple con su cometido en el campo del sexploitation almidonado y de esas fantasías alrededor de la carne y el corazón.

La historia retoma el final del capítulo anterior, cuando Anastasia Steele (Dakota Johnson) y Christian Grey (Jamie Dornan) se separaron porque él dejó entrever cuánto necesita -y disfruta- del arte de impartir castigo corporal a su compañera durante el acto sexual. Por supuesto que la pareja rápidamente se reconcilia y “renegocia” los términos de una relación ya no tan sujeta a los caprichos del excéntrico millonario sino más cercana a las inquietudes sentimentales de ella, quien a su vez comienza a deleitarse de lo que podríamos definir como una “versión light” de las prácticas previas. A la par del lazo refundado, aparece una peligrosa ex sumisa de Grey, Leila Williams (Bella Heathcote), y se van perfilando los dos villanos centrales de la franquicia, Jack Hyde (Eric Johnson), el jefe de Anastasia, y Elena Lincoln (Kim Basinger), la responsable de introducir a Christian en el sadomasoquismo.

Desde ya que todo este mejunje es apenas una excusa para continuar con la combinación ganadora de siempre, basada por un lado en diálogos símil histeriqueo sutil con detalles oportunos de humor, y por el otro en una nueva colección de escenas sexuales que la van de “jugadas” aunque en realidad son bastante naif e higiénicas (en especial si consideramos que venimos de una década del 70 bien salvaje y de una industria del porno ampliamente asentada desde los 80, brindando asimismo -a partir de la década pasada- productos para todos los públicos en función de la segmentación que trajo aparejada Internet y los canales digitales de distribución). A mitad de camino entre los clásicos del rubro de Adrian Lyne y los videoclips noventosos, los encuentros amatorios del dúo calzan perfecto en el consabido rótulo de “porno para señoras” y no pretenden ser otra cosa que ello. Johnson vuelve a demostrar que es una buena actriz y Dornan continúa levantando el nivel cualitativo de su trabajo, algo que ya podía verse en Anthropoid (2016) y The 9th Life of Louis Drax (2016).

Detrás de cámaras el equipo cambió pero el tono rosa y alucinado permanece intacto: el veterano James Foley tomó la posta de Sam Taylor-Johnson en la silla del director y Niall Leonard, el esposo de E.L. James (autora de las novelas originales en las que están inspirados los films), se hizo cargo del guión, tarea que antes recayó en Kelly Marcel. La construcción de un vínculo más ameno sigue siendo el ideal de fondo del relato, un periplo en donde el conservadurismo empardado al núcleo familiar no es tan importante como las parafilias y traumas de Christian y la pretensión de Anastasia de que el susodicho abandone su afán de controlarlo todo y -específicamente- “poseer” a sus parejas como si fueran cosas. Cincuenta Sombras más Oscuras es un trabajo digno que le sacude la moralina trasnochada “antiteta y anticulo” a una cartelera argentina cada día más asexuada, ofreciendo algo de variedad dentro de un panorama dominado por productos infantiloides y predigeridos que para colmo son celebrados por una prensa/crítica mediocre, corporativista y muy imbécil…