Cincuenta sombras liberadas

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Por fin acabó
La saga erótica termina, con Anastasia y Christian casados, un intento de secuestro y... más de lo mismo.

Con la película Cincuenta sombras liberadas, la trilogía de los libros de E. L. James acaba, o mejor dicho, llega a su fin. Por fin.

Porque si el erotismo que el/la lector/a podía intuir con la ayuda de su imaginación, en el traslado a la pantalla grande siempre ha sido como saborear un vaso de leche pasteurizada.

Si Anastasia y Christian casi nunca se dejaban llevar por la pasión espontánea, y sí premeditada ingresando al cuartito rojo de los juegos en las dos películas que la antecedieron, al menos había alguna línea, tenue, débil, de inquietud y/o conflicto.

Que si Anastasia firmaba o no el contrato para satisfacer los deseos sadomasoquistas de su pareja. Que si se lanzaba al goce sin medida. Que si el cuerpo desnudo era o no el de Dakota Johnson. Que si en algún momento Jamie Dornan iba a poner cara de algo.

“Te honraré y respetaré”, le dice, casi de entrada, Christian a Anastasia en el altar. ¿Cómo? ¿COMO? ¿Todo lo que hagan de ahora en más será… legal? ¿Cuál es la gracia?

Y no es que no haya motivos para la risa en Cincuenta sombras liberadas. Risas no deliberadas.

La trama es más simplista que en las anteriores: ya casados, mientras disfrutan de los lujos (de siempre, bah) en su luna de miel, alguien irrumpe en las oficinas de Mr. Grey. Se sabe: es Jack, ex jefe de Anastasia, que la odia porque ella no aceptó sus propuestas indecentes -para eso lo tiene a Christian- y el hombre se quiere vengar, porque se quedó sin trabajo. Planea secuestrarla, o algo así.

Ah, a días del casamiento, Anastasia descubre (probable spoiler) que pesa unos gramitos más.

No importa. “Así funciona esto. Hablamos, escuchamos y resolvemos las cosas”, se dicen casi en terapia de pareja los recién casados. ¿Qué puede salir mal?

El es un machista empedernido casi típico del siglo XVII, insoportable. Controlador, tiene el cuerpo marcado, sí, pero también por heridas. Ama atarla y encadenarla, dejándola en un plano de objeto sexual, que nadie parece dispuesto a discutir. ¿No es criticable?

Se ve que no tienen para heladerita en el cuarto, porque se lamen el cuerpo con helado, que debe ser descremado, para mantener esos físicos, ¿no?

No hagan esto en su casa. O sí.