Cincuenta sombras liberadas

Crítica de Mariana Isabel Ludueña - Metacultura

Gracias por el sol

Anastasia (Dakota Johnson) y Christian (Jamie Dornan) finalmente se han casado. El amor conyugal es ahora quien tiene el poder aunque Mr. Grey se obstine -utilizando todos los medios a su alcance- en mantener vigilada a su esposa y de esta manera ejercer ese control perdido en la intimidad. La invasión del espacio individual es más de lo mismo, más de todo eso a lo que ya nos tiene acostumbrados Grey y sus vasallos. Machismo y dominación explícitos.

Sin embargo, aún no han sido liberadas todas las sombras de Christian Grey. Desde el núcleo mismo de su pasado las susodichas primero tratarán de oscurecer su lujosa luna de miel y luego intentarán poner en peligro lo que más ama, Anastasia, que está embarazada, y su familia, secuestro de su hermana incluido. El villano, Jack Hyde (Eric Johnson), tan de novela rosa como los demás personajes, ve pronto frustrado su primer ataque a Anastasia. Es encarcelado pero luego sale bajo fianza a continuar con su plan macabro para conquistar el mundo (mundo que siente le fue arrebatado en la infancia…).

En la película todo es tibio, todo es superficial y en nada se profundiza. Todo brilla como brillan los pisos de la mansión Grey, encandilan y no se puede ver nada más ni develar los entramados psicológicos de los personajes. Y sin embargo ellas se ríen, las espectadoras, que son mayoría. Miran la tensa y dura mueca del Señor Grey y susurran “quiero un novio así”. Sonríen cómplices y se fascinan con una promesa que nunca se cumple en toda la saga. Pero no importa: están encantadas con esa suspensión de juicio, con esa liviana atadura que no dejará marcas. No… no se cumple para nada pero quizás sea esa histeria la clave para comprender por qué muchas personas disfrutan y siguen fieles la historia de amor del Señor Grey y Anastasia Steele.

Es por eso que el film termina siendo funcional y efectivo para quienes gozan de las sugerencias, de los desnudos parciales, de este sadomasoquismo light que nunca se acerca a los extremos del Marqués de Sade. Hay más escenas eróticas que en las dos primeras entregas, pero al mismo tiempo son más conservadoras. Esto tampoco importa: el marketing, unos látigos, cuerdas rojas que parecen ser de terciopelo, los exactos jeans que se deja puestos Christian en la mayoría de las secuencias y los sensuales vestidos de Anastasia, bastarán para que se logre ese clima que los espectadores quieren que se cree.

La desnudez completa sólo le cabe a ella. Y en algunos momentos, lo que debería ser romántico cae en el ridículo. Pero tampoco importa. Porque al final de la película estará la familia tipo entre las flores de un jardín de una lujosa mansión y seguirá brillando esa luz que finalmente ganó y borró todas las sombras. Por fin. Gracias por el sol…