Cincuenta sombras de Grey

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Audaz y esperada cita que no todos desearán repetir

El filme Cincuenta sombras de Grey abunda en los encuentros sexuales de sus protagonistas, pero descarta elementos sustanciales y más profundos de la novela.

Del romanticismo victoriano de Jane Austen, Charlotte Bronté o Thomas Hardy (entre otros grandes autores de la literatura inglesa) al del siglo XX con la novelista española Corín Tellado, autores varios dieron a luz relatos de mayor o menor calidad literaria que hicieron latir corazones juveniles -–y no tanto-- a su tiempo.

Cincuenta sombras de Grey, de la inglesa E. L. James, viene a jugar en nuestros días la misma partida de seducción con el lector, remitiendo a sus antecedentes coterráneos para construir un relato que actualiza el romanticismo en contraste con fuertes dosis de erotismo y un avance interesante respecto de la perversión.

Desde el título en inglés, Fifty shades of Grey, se alude al contenido de la novela más leída del momento que es volcada al cine con dirección de Sam Taylor Johnson y que, para más datos, tiene continuidad en Cincuenta sombras más oscuras y Cincuenta sombras liberadas, de rodaje ya comprometido.

La expresión coloquial “shades of grey” denota la ambigüedad cuando refiere a los distintos matices de gris que existen entre el blanco y el negro, que para el caso tiñen el vínculo de Anastasia Steele y Christian Grey.

Ella es estudiante de literatura inglesa, que descubrió su vocación leyendo a Hardy. A los 21 años todavía no ha tenido su primera experiencia sexual y parece estarse reservando para “el” hombre, mientras pasa de largo la presencia de varios candidatos y asiste naif a la promiscuidad de su compañera de departamento.

Christian Grey acusa 27, es multimillonario por oficio propio y es el soltero más codiciado, aunque algunos sospechan una tendencia homosexual, ya que no se lo ve en compañía femenina.

Correcto, perfeccionista, limpio, absolutamente reservado, Grey tiene un pasado de violencia y abuso con consecuencias graves, cuya adopción por una familia acomodada no logró enmendar, sino más bien profundizar, más allá de las buenas intenciones de los Grey.

Cuando las existencias de Christian y Anastasia se cruzan los planetas chocan, junto con sus peculiares nociones del amor y el sexo.

Si James hizo de su saga un compendio de fácil y rápida lectura con elementos psicológicos de base, el recorte realizado por Kelly Marcel y llevado a pantalla por Johnson se limita a la relación romántico-erótica de los personajes, quitando incluso elementos sustanciales para una lectura más profunda de sus personalidades.

Sin un conocimiento previo de los textos, la sucesión de situaciones de lucha entre un hombre dominante y una mujer inocente, se restringe casi exclusivamente a la justificación caprichosa de varios encuentros sexuales, aparentemente muy satisfactorios para los personajes que encarnan Dakota Johnson y Jamie Dornan, pero que dejan al espectador esperando por algún entrelineado.

El final promete, aunque habrá que ver si estas dos horas llegan a motivar a los cinéfilos a renovar las siguientes citas con este romance tan audaz.