Cincuenta sombras de Grey

Crítica de Emiliano Basile - EscribiendoCine

Paquete consumista

“Es basura porno para mamás” dijo Stephen King sobre la novela –muy mal escrita- en la que se basa el film. En algo tiene razón, es la manera que encuentra Hollywood de llevar un tema tabú como el sadomasoquismo a las grandes masas: edulcorado, apto todo público, mediante una historia de amor que refuerza las estructuras sociales. De controversial nada.

Ella es insegura, ingenua, e infantil. Él es seguro de sí mismo, joven apuesto y claro, millonario. Ella es Anastasia Steele (Dakota Johnson), una joven estudiante que recurre al rascacielos “Grey House” a realizarle un favor a su engripada amiga: una entrevista estudiantil a él, al Sr. Grey (Jamie Dornan). Un tipo que intimida con su mirada al punto de incomodar a la ocasional periodista. Al salir del edificio llueve, Anastasia se moja y es, en ese acto, que Cincuenta sombras de Grey (Fifty shades of Grey, 2015) grafica burdamente lo que siente la protagonista interiormente. En esa línea seguirá la película, la de los estereotipos: ella será una cenicienta a conquistar por el misterioso, adinerado y de extraños placeres, Sr. Grey.

La película avanza con esta simple premisa, y deja entrever otra suerte de estereotipos un poco más sórdidos que el sadomasoquismo en cuestión: él es millonario, por ende sus gustos sexuales no lo catalogan de loco, sino simplemente de excéntrico. Tampoco es un violento declarado, al contrario se comporta aunque lo niegue, como el tipo más dulce del mundo. Seduce a modo de vendedor –con contrato comercial y todo- mientras pasea su torso desnudo de plano a plano (como bandera americana en una película bélica) reforzando el beneficio a adquirir.

¿Hasta dónde se justifica la sumisión con tal de recibir un ascenso social? La cenicienta duda pero el príncipe del rascacielos convence pronto con un paseo en helicóptero, avioneta o regalándole un auto. El tema del sexo pasa un segundo plano: el placer es material, consumista, en relación al estatus social a alcanzar. Lo sexual en todo caso, funciona dentro de ese consumo, y ante ese confort económico recibir un par de golpes parece no ser tan dramático. Pero el peligro prevalece en ese terreno dice la película: No es lo que deseas, sino lo que recibes a cambio.

Haciendo foco en los violentos juegos de placer sigue Cincuenta sombras de Grey y, lejos de generar controversia, se termina por volver –como toda historia romántica- conservadora. El orden social nunca es puesto en crisis sino, solamente, sus prácticas sexuales.