Chuva e cantoria na aldeia dos mortos

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

El llamado del espíritu

Siguiendo uno de los sueños que lo atormentan hace un tiempo,Henrique Ihjãc Krahô sale de la aldea durante la noche y va hasta la cascada donde sabe que lo espera el espíritu de su padre, recientemente fallecido. El mensaje del difunto es claro: pretende que su familia organice el banquete funerario que les permita dar por finalizado el duelo, y al espíritu seguir su camino a la aldea de los muertos.

Ihjac se resiste al pedido, no está listo para dejar ir al recuerdo de su padre aún. Además, revelarle al resto de la aldea este encuentro sería reconocer que se está volviendo un chamán capaz de comunicarse con el mundo espiritual, algo que tampoco quiere hacer. Sin embargo sabe que los espíritus seguirán insistiendo hasta que consigan lo que quieren, por lo que inicia los trabajos para el rito junto con el resto de su familia como si fuera una decisión propia.

Pero en el fondo Ihjac rechaza el llamado y su cuerpo reacciona enfermándose. Decide abandonar a su familia y esconderse en la ciudad hasta que su espíritu guía lo olvide.

Un mundo simple

Chuva é Cantoria na Aldeia dos Mortos no es un documental, pero bien parece uno. Retrata la vida de Ihjac y su familia en Pedras Blancas con un naturalismo que deben envidiar tantos que impostan compromiso social pero terminan regodeándose en la pobreza ajena a través de un cristal. En cambio, esta película muestra un mundo donde las antiguas tradiciones no solo siguen vivas con una mínima contaminación del mundo exterior, sino que sobre todo resultan viables para sostener la vida de la comunidad Krahô.

Ihjac no pasa penurias ni conoce miseria hasta que llega a la ciudad, un lugar donde los suyos no tienen espacio y que la película se encarga de mostrar con rechazo. El mensaje es bastante explícito, no hay casi nada que ellos necesiten de la sociedad blanca más que ser dejados en paz. No importa mucho si lo que aqueja a Ihjac es su espíritu guía o una fuerte depresión: en cualquier caso necesita encontrar su lugar en el mundo y hacer las paces con su dolor para seguir adelante.

La trama avanza sin muchos rodeos pero sirve de excusa para explicar con naturalidad el modo de vida Krahô, compartiendo más que aleccionando. Conversan, se cuentan sus problemas, y se sugieren caminos a seguir de acuerdo a sus ideas. Todo con la cámara incluida familiarmente, no espiando como algo ajeno.