Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable, no solo sorprende por la efectiva transmisión de ternura, sofisticación y sentimentalismo, sino también por el mensaje que impone y la gran eficacia que tiene al lograrlo.

En algún momento de nuestra infancia, todos hemos visto alguna vez a Winnie Pooh y a su banda amiga de animalitos tan particulares como amigables. Tigger, Eeyore y Piglet pueden ser los más conocidos, pero siempre hubo un personaje que tenía una participación más que especial: Christopher Robin. Un chico que vivía en la campiña inglesa y pasaba sus días jugando en el Bosque de los Cien Acres con Pooh y sus compinches, derrotando Elefantes y Wratas, teniendo todo tipo de expediciones y aventuras. Se sabe que el personaje de Christopher fue inspirado totalmente en el hijo del creador de estas historias Alan Alexander Milne, de hecho se llaman de la misma manera. Pero en la vida de esta familia de literarios no todo era color de rosas y un poco de eso ya se ha podido ver en una película de 2017 bajo en nombre de Hasta Pronto Christopher Robin (Goodbye Christopher Robin), un filme que mostraba por todo lo que tuvo que pasar el joven Christopher hasta llegar a su adultez, lidiando en el medio con la “fama” de ser el niño de los cuentos de su padre.

Ahora en la actualidad, Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable (Christopher Robin, 2018), llega para contar una historia que nada tiene que ver con aquella del año pasado, sino que podría ser tranquilamente una secuela de la película animada de 1997, La Gran Aventura de Winnie Pooh. En esta oportunidad, el director alemán Marc Forster (Guerra Mundial Z, 2013) se hace cargo de relatar la última visita de Christopher (Ewan McGregor) a Pooh siendo apenas un niño y como ese jovencito lleno de alegría y vitalidad, creció y se transformó en el adulto que nunca hubiese deseado ser. Christopher, quien ahora está casado con Evelyn (Hayley Atwell) y juntos tienen una hija llamada Madeleine (Bronte Carmichael), vive agobiado por el trabajo y no se permite poder disfrutar de la familia que formó. Esto le traerá problemas familiares y ahí es donde el reencuentro más esperado, de Pooh y Christopher, tendrá lugar. El osito más adorable de todo Inglaterra intentará por todos sus medios, devolverle esa alegría perdida al niño que supo conocer.

Chritopher Robin, dista mucho de la primera impresión que se pueden tener al solo ver el póster o ver que se viene una película live-action de Winnie Pooh. Esta peli está cargada de dramatismo desde el momento inicial, con un mensaje claro y conciso que sirve perfectamente para aplicar en estos tiempos de euforia desenfrenada. Hay veces que hay que parar y observar el panorama en el que uno esta, para poder hacer un breve balance de las cosas, y esto es lo que ofrece el director. Así de simple como parece, pero complejo a la hora de realizarse, el mensaje es transmitido de la mejor manera y teniendo en cuenta el campo de veracidad que se contempla, resulta siendo completamente efectivo. Claro que no solo con buenas intenciones se logran este tipo de relación espectador-mensaje, acá la mano del director junto con los guionistas tuvieron muchísimo que ver, desarrollando una estructura que no se detiene en niñerías y va directo al hueso. Lo que sí, la historia puede verse previsible desde el comienzo, cosa que juega en contra. Los personajes, en mayor o menos medida, son conocidos por todos y no hace falta una larga introducción sobre ellos, sus personalidades y demás. A demás eso le quitaría importancia a la relación que intenta explotar la peli.

La realización de los personajes animados es realmente algo de primer nivel y pocas veces se ha podido ver que estos efectos de CGI, parezcan que realmente son animales vivos haciendo travesuras por todos lados. La suavidad, la ternura, hasta ser esponjosos, son características que logran ser reflejadas de la mejor manera y, si bien se da desde el minuto inicial, no deja de sorprender durante toda la película. Algo que le puede jugar en contra, es el ritmo que tiene la película, en el desarrollo suele recurrir a algunos recursos en donde el relato se torna un poco pesado, por suerte sin llegar en ningún momento al aburrimiento, pero si que cuesta un poco más que el inicio y el final.

En el caso de evaluar a los actores hay que tener en cuenta, no solo su estricta participación, sino también la interacción con los personajes animados. Esa interacción es de las mejores que se han visto a la hora de combinar animación y humanos, y es realmente asombrosa la naturalidad con la que se muestra. No se puede poner en discusión la trayectoria de actores como Ewan McGregor (Trainspotting, Star Wars) o Hayley Atwell (Peggy Carter en el MCU), ellos cumplen con las expectativas, pero la revelación es de las más pequeña del cast: Bronte Carmichael, una joven que tiene en esta su primera gran participación en una película, luego de tener un pequeño papel en la oscarizada Las Horas mas Oscuras (2017).

Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable, no solo sorprende por la efectiva transmisión de ternura, sofisticación y sentimentalismo, sino también por el mensaje que impone y la gran eficacia que tiene al lograrlo. Entre tanta película que fomenta la vertiginosidad en nuestros días cotidiano, quizás lo que necesitamos a veces es sentarnos a hablar con un pequeño oso parlanchín que adora la miel, de no tenerlo, no hay ni que dudar de ir a corriendo al cine a ver esta hermosa y conmovedora historia de amistad.