Chloe

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Peligroso juego de seducción

Poco relevante resulta el dato de que detrás de este nuevo film del director egipcio canadiense Atom Egoyan resuene el nombre de Nathalie X, aquella película de la francesa Anne Fontaine, de la cual se acusa -en este caso particular- algo así como una remake. Sin embargo, tratándose del director de Exótica uno esperaba cierta mirada poco condescendiente hacia la burguesía y la manifiesta renuncia al castigo moral, que en un penoso desenlace queda más que explícito entre uno de sus mayores defectos.

También se debe anticipar que en este melodrama burgués que vira hacia el thriller psicológico no se van a encontrar ninguna de las marcas de autor del canadiense, salvo una dirección prolija que se apoya de forma evidente en el trío actoral que se debate en este triángulo amoroso: Chloe (Amanda Seyfried), Catherine (Julianne Moore) y David (Liam Neeson).

Igual que en la película francesa, la idea central de Chloe reside en el juego de seducción que entabla una prostituta de lujo (Amanda Seyfried) con su clienta, Catherine (Julianne Moore), cuando ésta contrata sus servicios para que seduzca a su esposo David (Liam Neeson) tras la sospecha de que éste le es infiel con una de sus jóvenes alumnas. Pero el relato toma un rumbo ambiguo a partir del momento en que la propia Catherine requiere un informe detallado de los encuentros sexuales de la prostituta con el esposo, en los que el previsible relato acusa determinados lugares comunes y clichés en los cuales la obnubilada Catherine no repara dejando transparentar la necesidad de satisfacer sus deseos de mujer casada, reprimida sexualmente (irónicamente es ginecóloga) y justificar así su acentuada crisis conyugal.

A medida que la trama adopta la dialéctica especular, es decir el intercambio de roles en que la víctima se transforma en victimario, sumado a contrastes estéticos y de puesta en escena tan evidentes como exteriores gélidos e interiores calientes, la relación entre Chloe y Catherine pasa por los carriles de la obsesión más elemental en un increscendo dramático que no ahorra en volverse convencional hasta decir basta; incluyendo una atmósfera de erotismo y sensualidad por la que el film transita con un buen uso de la fotografía aunque amparado en una falsa trasgresión.

Innecesaria remake y fallido film del canadiense Atom Egoyan, que bajo una falsa apariencia políticamente incorrecta no logra salir de la medianía de cualquier thriller, pese a contar con la bella Amanda Seyfried y la siempre correcta Julianne Moore.