Chloe

Crítica de Javier Firpo - La Razón

Un drama de alto voltaje erótico

Llega una historia que combina sensualidad y perversión, con las explosivas Julianne Moore y Amanda Seyfried, y Liam Neeson. ¿El foco? Una mujer contrata a una joven prostituta para seducir a su marido.

Todos necesitamos escuchar alguna mentira. Todos le tememos a la soledad. Y todos intentamos maquillar esas falencias.

Seguramente, a partir de “Chloe”, que se estrena mañana, el realizador canadiense Atom Egoyan empezará a ser más conocido, su nombre estará más cercano a Hollywood. Es que agregó pinceladas psicológicas y sexuales a su film, una remake del francés “Nathalie X”, de Anne Fontaine.

Egoyan (“El dulce porvenir”, “El viaje de Felicia”) ofrece una historia que atrapa y seduce a partir de un triángulo amoroso, aunque no deslumbra con nada nuevo. Eso sí: se las ingenia para mantener la atención del espectador, un voyeur de lujo.

De arranque, la presentación es más o menos así: primer plano a Catherine, una mujer de cincuenta, bella y sensual, profesional y exitosa, casada y con un hijo. Tiene todo. Se siente segura hasta que empieza a evidenciar síntomas de fragilidad, temores, sospechas. Y en esa barranca, entra en crisis cuando percibe que no puede ser más objeto de deseo de su marido (un profesor que suele estar rodeado de jovencitas). La monotonía y cierta indiferencia alarman a alguien como ella, acostumbrada a tener todo en sus manos.

Inmersa en esa inseguridad, decide (¿jugar sucio?) contratar a una bella y lujosa “escort” (la Chloe del título), para seducir -y poner a prueba- a su esposo. Claro, no sospecha qué brotará desde su desconocido interior.

“Chloe” cuenta con un elenco confiable, partiendo de la siempre cumplidora Julianne Moore (cuanto más grande, más sensual y convincente), la ascendente e infartante Amanda Seyfried (“Mamma Mia”, “Cartas a Julieta” y “Diabólica tentación”) y Liam Neeson, sobrio y creíble, en un personaje incómodo.

Un párrafo aparte para Liam, que debió interrumpir la filmación en Toronto por un accidente de su mujer Natasha Richardson (esquiaba en Quebec), que finalmente perdió la vida. “Pensábamos que no regresaría, pero tras el funeral, nos sorprendió. En situaciones límite, demostró ser un gran profesional”, afirmó Egoyan.

A propósito del director, se luce y va contra la lógica, porque desde el momento en que Catherine contrata a Chloe para saber si su marido se resiste -o no- a las tentaciones, el ojo de la cámara no es el sexo en cuestión, sino esa suerte de urgencia que tiene la aparente víctima para escuchar los detalles que le cuenta la joven profesional.