CHIPS: Patrulla motorizada recargada

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

OTRA FALLIDA COMEDIA DE ACCION

Las series de los setentas y ochentas, aquellas que los treintones/cuarentones como quien suscribe guardamos en un Olimpo alimentado por la mera nostalgia, han sido un territorio de curiosidad para el cine del nuevo siglo: ya sea porque los que mandan en la industria del entretenimiento hoy son los niños/adolescentes de aquel entonces o porque el espacio que ocupan en la memoria hace pensar en el posible rédito económico. Si las revisiones permiten notar la calidad decididamente baja de aquellos productos, la experiencia cinematográfica -seguramente inaugurada con la interesante Starsky y Hutch de Todd Phillips- ha demostrado que la autoconsciencia y la parodia parecen ser el único lugar desde el cual hacer el abordaje. Hoy ese juego se impone nuevamente ante la aparición de una reversión de CHIPS, la exitosa serie de los agentes motorizados que vuelve aquí (como sucedió con Brigada A, como sucedió con Los Dukes de Hazzard) en forma de fallida comedia de acción.

Pero antes de que nos gane la pereza de la crítica en piloto automático, hay que decir que esta adaptación de CHIPS escrita, dirigida y protagonizada por Dax Shepard cuenta con algunas ideas que, no por mal desarrolladas, dejan de estar presentes. En primera instancia lo que sobresale es el plano de la autoconsciencia, con un abordaje directo del homoerotismo siempre subterráneo de la buddy movie, y especialmente en esta serie protagonizada por hombres con trajes policiales ajustados. Lo corporal y la virilidad dentro del universo masculino son puestas en crisis constantemente a partir del vínculo friccionado entre Jon Baker (Shepard) y Frank Poncherello (un Michael Peña desatado), y especialmente por la dificultad de este último para convivir con esos otros cuerpos masculinos que lo rodean y amenazan. La película se ríe no sin gracia del sexismo, los límites de ciertos discursos bienpesantes y de la corrección política, aunque a veces no puede más que morderse la cola y terminar recurriendo a aquello que cuestiona para generar humor, como por ejemplo a cierto machismo. Otro asunto que sobresale, y que está más vinculado con la comedia norteamericana contemporánea (de Adam Sandler a los Farrelly, pasando por Will Ferrell o Ben Stiller) es el grado de violencia explícita y de agresión contra el cuerpo como forma de estirar los mecanismos del humor. Aquello que el slapstick sugería pero nunca evidenciaba, es aquí representado con un grado de brutalidad llamativo más cercano al espíritu del dibujo animado.

Y es en este último punto donde esta CHIPS cinematográfica encuentra sus problemas. Desde la dirección, Shepard apuesta por una comicidad desquiciada y despreocupada del orden narrativo, vertiginosa y anárquica, cartoonesca se podría decir. Eso, que muchas veces suele ser algo positivo especialmente dentro de la comedia, luce aquí más como una falta de criterio respecto de la puesta en escena (algunos muy pocos chistes funcionan a partir de la precisión en el ensamblaje de todas las piezas). La película avanza con la típica dificultad de las comedias de acción, donde lo primero no termina siendo tan gracioso ni lo segundo demasiado espectacular. Shepard casi que confía demasiado en la química de su colaboración con Peña, pero todo se ve demasiado gritado y esforzado, y muchas veces poco logrado. CHIPS es como la simulación de una comedia, donde todos parecen estar pasándola demasiado bien en pose artificial. No es que el director, guionista y protagonista demuestre un desconocimiento absoluto del género, pero lo cierto es que su película luce demasiado confundida como para generar el efecto deseado.

Las risas esporádicas que genera esta CHIPS siguen el orden caótico que impone la película con su vértigo vacuo y su desprolijidad discursiva y narrativa.