Chicas armadas y peligrosas

Crítica de Marcelo Menichetti - La Capital

Aventura emparchada

Si el director Paul Feig se hubiera propuesto armar una película con clichés, “Chicas armadas y peligrosas” habría cumplido holgadamente con ese objetivo ya que eso y no otra cosa resulta esta pretendida comedia de acción que quiere arrancar risas con la reiteración de lugares comunes. La historia, como otros cientos iguales, reúne a una agente del FBI con una mujer policía de Boston en una misión muy peligrosa. La bostoniana no quiere a la policía federal y ésta intenta quitarle entidad a la local. Esa diferencia se zanja porque el peligro que las acecha a ambas es mayor que sus diferencias y se unen en una lucha que no evita mostrar escenas que todos ya conocemos de memoria, como la disponibilidad de un arsenal en un domicilio privado; el modoso comportamiento de la agente federal ante la poca diplomacia de la policía provinciana, etc, etc. Con una densidad que atenta contra el ritmo que debería respetar una película que no escatima escenas de violencia —que la médula de la pobre historia justifica—, algunos golpes de efecto que propone el guión hacen pegar un respingo al aburrido espectador. Pero aún en estos espaciados episodios en los que la película logra captar la atención, también se cometen graves errores ya que los gags y retruécanos —casi todos en boca del personaje que encarna Melissa MacCarthy— quedan neutralizados por el alto contenido de prejuicios que esconden, como las constantes chanzas que la mujer le prodiga a un agente de la DEA albino, al que tortura verbalmente por esa condición. Un largo bostezo subraya esta producción en la que Sandra Bullock nunca cambia de cara y que tiene, como único mérito, la buena actuación de Melissa McCarthy.