Chavela

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

La primera imagen de archivo nos devuelve a 1991. Ante una pregunta de su entrevistadora, Chavela Vargas responde “¡A dónde vas! En estos tiempos, más que saber de dónde vienes es mejor saber a dónde vas”. Luego la veremos dejar el alma cantando “Vuelve Soledad” y posteriormente, en una entrevista a sus 71 años que obrará como eje de ida y vuelta entre el pasado con material de archivo y ese presente con todo el histrionismo de una artista que por su brío, su espíritu de lucha, su combate constante al status quo y al machismo y su talento ha dejado una huella imborrable.

“Chavela era decirle NO a toda la coquetería de las cantantes que movían la cabecita para cantar que viva el agua de horchata” Dirá una de las entrevistadas. Y es una de las intenciones claras de Chavela: dejar claro que el suyo era un canto desesperado del alma herida.

Los testimonios de la cantante Tania Libertad, la compositora Marcela Rodríguez, y otros tantos, contarán por su lado la historia de la artista, la cantante y actriz de la época de esplendor del cine mexicano, y también de la formación de uno de los tándems musicales más importantes de la historia: la de ella junto a José Alfredo Jiménez y sus rancheras, componiendo para la voz desgarradoramente carnal y verídica de Chavela Vargas, una voz que de haber nacido en Estados Unidos hubiese hecho parecer que Janis Joplin salió de Festilindo.

Pero, por otro lado, los testimonios de su abogada, de Pedro Almodóvar y de alguna ex pareja, más los fragmentos de “La soldadura” (1951), sirven como botón de muestra de la presencia y personalidad que la costarricense tenía (una impronta a lo Tita Merello) que sirvió para erigirse como el emblema de otra lucha. La lucha contra la homofobia que en este estreno comienza a despuntarse a partir de los veinte minutos en el segmento que narra el encuentro en los años ’40 con Frida Khalo.

He aquí entonces las dos aristas de éste documental pensado y dirigido por Catherine Gund y Daresha Kyi que, como ocurría con Mercedes Sosa: La voz de Latinoamérica (Rodrigo Vila, 2014) no hay un sólo espectador que no salga del cine teniendo un pantallazo general de Chavela Vargas como artista y como la mujer, cuya figura se erige como paradigma de la rebeldía de la mujer en un mundo machista y cruel, así como también de su fuerza y lucha por la igualdad de derechos.

“Chavela” ha de ser vista entonces como un producto narrativamente convencional, pero absolutamente esclarecedor y emotivo. La música, huelga decir, es otra gran protagonista, y pese a haber quedado afuera la intensa y breve relación con Joaquin Sabina (quién le dedicó, en la letra de “El boulevard de los sueños rotos, uno de sus mejores textos), vale la pena citarlo: “quién pudiera reír, como llora Chavela