Charlotte

Crítica de Gabriela Mársico - CineramaPlus+

Dirigida por el neuquino Simón Franco (Tiempos menos modernos, Boca de pozo) Charlotte es una comedia estructurada como una road movie inusual no sólo por la diversidad de los personajes, paraguayos, argentinos, orientales, españoles, sino por el tono absurdo con toques de humor negro, que no hará otra cosa que hablarnos en un gran despliegue visual del amor no consumado, burlándose del amor romántico al utilizar toda la gama del rosa, del paso del tiempo, a través del rostro espléndidamente magnificado y envejecido de Charlotte, y de los sueños no realizados, esa parálisis y petrificación que al final de manera insólita le hará crecer ramas al personaje…

LA VIDA ES SUEÑO

Charlotte (Angela Molina) es una actriz española ya veterana que ha optado por recluirse en una casona con su asistente Lee (Ignacio Huang) sin hacer otra cosa que vivir rememorando el esplendor de su pasado enclaustrada en su oscuro y desalentador presente, quizás ésa sea la causa de su recurrente insomnio. Tal vez no sean los recuerdos sino los sueños que sueña despierta los que no le permiten dormir. Ante la noticia de que su antiguo mentor, el director español Gastón Thibert (Gerardo Romano), va a filmar en Paraguay “Miniatura”, un antiguo proyecto que fue concebido en gran parte por ella misma y por el director, decide ir hacia Asunción del Paraguay junto a Lee en un motorhome para encontrarse con el realizador y retomar aquel proyecto que quedara trunco.

Charlotte no puede dormir, tiene problemas para conciliar el sueño, tanto que llega a confesarle a su analista (Fenán Mirás) que “se pueden recordar cosas que no pasaron” lo que le provocará al analista un ataque de tos tan agudo que atragantado por semejante confesión le dará tal patatús que lo dejará tumbado… Asistiremos así a la rutina diaria de la ex estrella ahora retirada y asistida, en todo sentido, por su fidelísimo y devoto Lee, que no sólo se ocupará de sus necesidades más inmediatas, como llevar adelante una casa, sino principalmente se tomará muy en serio su bienestar físico y mental. Baste mencionar el trabajo diario que se toma como editor recorriendo todas las noticias y recortando solamente aquellas que puedan interesarle, como por ejemplo, la irrupción del director Gastón Thibert en el vecino país para iniciar el rodaje de aquel antiguo proyecto.

LOST IN TRANSLATION

Hay dentro del filme una zona que permanece en silencio, o en lo no dicho o en lo mal interpretado, una brecha en la que no se entiende lo que el otro dice, o no se comunica con suficiente claridad, el mensaje no llegará o se entenderá a medias a costa de un malentendido, como la carta escrita en taiwanés por Lee que azarosamente se caerá de su bolsillo y acabará en las manos de una turista asiática que lo lee, lo interpreta y lo reescribe ahora sí dirigido a Lee. Esta comunicación fallida quizás se deba a que los personajes se comunican a través de la tecnología, celulares, computadoras y hasta drones. Baste como ejemplo la insólita comunicación entre los protagonistas, Charlotte y Lee, se hablan utilizando walkie talkies, incluso cuando comparten el mismo espacio como en la agridulce escena en la que Lee le relata un cuento a Charlotte en una lengua que ella no comprende, o el breve intercambio que se da entre Lee y Elena, una aspirante a pugilista, que se colará en el viaje, o el delirante intercambio entre Lee y un turista oriental en medio de la ruta, hablando y cambiando de lengua, entre el castellano y el taiwanés consecutivamente, o incluso la intromisión en el relato de la lengua guaraní en la que hablan algunos de los personajes secundarios como el productor del comercial. Incluso en una de las escenas finales, tanto el director como Charlotte se reclamarán el uno al otro no haberse llamado antes…

KANASHIBARI

Hay, entre los muchos mitos y leyendas japonesas, uno llamado kanashibari que tiene que ver con el sueño, el paso del tiempo y la espera. En una de las primeras escenas veremos a Charlotte mirándose a un espejo que no le devuelve la imagen actual y verdadera, cómo se ve en realidad, sino que le muestra el rostro de su juventud. Más adelante, cuando se vea obligada a ser la protagonista de un comercial de una crema de belleza para recaudar el dinero necesario que le permitirá seguir viaje y encontrarse finalmente con su tan añorado Gastón Thibert, se verá enfrentada nuevamente a su imagen real contrapuesta a una imagen intervenida en la que se ve notablemente más joven.

Es como si ella misma tuviera la posibilidad de retroceder en el tiempo para volver a la misma situación de la que huyó en el pasado, pero después de transcurridos treinta años. Es decir, ella ya no es la que era, quién podría serlo, sin embargo, termina por reconocer y aceptar la que ahora es, el rostro que le devuelve la pantalla. Una mujer que ha sabido envejecer con gracia, sin perder esa inocencia y la pasión que la llevará derecho y sin escalas, literalmente, a cumplir su tan postergado sueño. El encuentro tan esperado con el director, la posibilidad de concretar con él ese proyecto que abandonó y que ahora se empecina en retomar, aclarando que ella elegirá qué personaje representar. La determinación de su voluntad en seguir adelante bajo circunstancias adversas, no tener dinero, ser acusada de la muerte de su analista y caer presa en Asunción, es lo que hará desplegar el relato hacia adelante, lo que le dará esperanzas para concretar sus sueños, y la despertará por fin del prolongado letargo en el que se había sumido.