Charlotte

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

"Charlotte": comedia leve y absurda

Una actriz con cierto pasado glorioso se embarca en una incierta búsqueda artística, pero sobre todo personal.

Al director neuquino Simón Franco le interesan los personajes solitarios, introspectivos, aislados y que viven ensimismados, hasta que de golpe se chocan con una realidad ajena. En sus dos primeras películas había materializado aquello de “filmar tu aldea” centrándolas en terrenos patagónicos y aprovechando el paisaje como elemento dramático de incidencia directa en la trama principal. Gran comedia absurda nunca del todo valorada, Tiempos menos modernos, su ópera prima, seguía a un baquiano de origen tehuelche que, a mediados de la década de 1990, recibía en su casa cordillerana un televisor y un teléfono enviado por el Gobierno Nacional. Nada sería igual para él luego de ver toneladas de novelas y programas de chimentos que moldeaban una nueva manera de vincularse con el mundo.

De tono más circunspecto y oscuro, casi observacional en su registro despojado, la segunda película de Franco, Boca de pozo, apoyaba su columna narrativa en un hermético empleado petrolero (el inolvidable Pablo Cedrón, fallecido en 2017 sin que el cine argentino lo aprovechara lo suficiente) con una rutina que se repetía día tras día, sumiéndolo en el tedio y el aburrimiento de un trabajo tanto o más mecánico que el movimiento de las máquinas perforadoras. Así hasta un paro laboral y el posterior regreso obligado a la disfuncionalidad interna de la familia. Para su opus tres, Franco deja atrás el viento, la nieve y el cielo encapotado de la Patagonia para ir hacia la llanura, el sol y la humedad de Paraguay, acompañando a una mujer autoexiliada en sí misma que intenta sacar su vida del estado de pausa.

Fábula de superación inocentona, road movie en la que –como en casi todas ellas– importa más el recorrido que el destino, Charlotte presenta una protagonista que, a diferencia de los hombres anteriores, sabe qué quiere y dónde ir para conseguirlo. ¿Qué hay en Paraguay? El rodaje de la nueva película de un hoy reputado director (Gerardo Romano, que por esas cosas de las coproducciones le toca “hacer” de español) que en su momento fungió como descubridor artístico de Charlotte. Hace años que la memoria es un lastre indeseado que la hunde en los recuerdos de aquel pasado de gloria, alejándola de todo y de todos a excepción de su fiel compañero y asistente Lee (Ignacio Huang, de Un cuento chino), quien la secunda manejando la casa rodante que usan como vehículo.

La decisión de partir llega luego de que el terapeuta de esta mujer de estirpe almodovariana (Ángela Molina, que acaba de recibir el premio Goya de honor) muera súbitamente mientras la atiende, en una secuencia que, ubicada como apertura, puntea los acordes del humor negro que aparece cuando Franco hurga en su intimidad. Claro que seguir los pasos de un director huidizo en Paraguay no será fácil, lo que la llevará a involucrarse en el rodaje de un comercial como paso previo a conseguir el papel que siente que le pertenece. Se trata de una búsqueda artística, pero sobre todo personal. Charlotte (película) es, en sus mejores momentos, una comedia absurda leve y colorida, registro poco habitual para un arco dramático que acompaña el derrotero de una crisis existencial. En sus peores, una apuesta sensiblera sobre las segundas oportunidades.