Chango, la luz descubre

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

El pintor del cine argentino

Trabajó con Pino Solanas, Leonardo Favio, Luis Puenzo, Lucrecia Martel, Juan José Campanella y María Luisa Bemberg, entre otros cineastas argentinos.

“La luz descubre las cosas, nace del negro”. La voz baja y calma de Félix Monti, el “Chango” para todo el mundo, describe sucintamente lo que todo director de fotografía lleva inyectado en la sangre. “El Chango es un pintor”, afirma en off Pino Solanas, destacando un hecho que cualquier realizador reconoce de inmediato: no todos los cinematographers –para usar el término más común en el habla inglesa– logran ir más allá de la rutina y los estándares técnicos para elevarse al nivel de artista. Felix “Chango” Monti es uno de ellos, además de ser uno de los fotógrafos más importantes en toda la historia del cine argentino. Pino lo sabía, habiendo explotado su creatividad en tres largometrajes de ficción: El exilio de Gardel, Sur y El viaje. En Chango, la luz descubre, las directoras Alejandra Martín y Paola Rizzi reconstruyen el racconto de toda una vida dedicada a la imagen cinematográfica a partir de entrevistas, fragmentos de films, el rodaje de un largometraje y los ensayos de una pieza teatral.

Martín y Rizzi no juegan demasiado con las posibilidades del documental como terreno para la experimentación, optando por un formato tradicional y explicativo. Así, las voces de Juan José Campanella, la productora Lita Stantic y la hermana del homenajeado, entre otras, se suman a la de Solanas para intentar describir al hombre, al técnico y al creador. El propio Chango ofrece algunas de sus máximas visuales a la hora de colocar los faroles o atemperar luces y sombras, su predilección por la fotografía fija de la inglesa Julia Margaret Cameron y los recuerdos del ingreso a la industria del cine allá por los años 50, cuando el rodaje en estudios seguía siendo norma, aunque no por mucho tiempo más. Luis Puenzo rememora el paso conjunto por el negocio publicitario –medio que fue un auténtico laboratorio para la prueba y el error de muchos futuros cineastas, Solanas incluido– y el salto al primer largometraje en el cual Monti ofició de director fotográfico, Juan que reía, de Carlos Galettini.

La lista de títulos en los cuales el “Chango” puso su firma llena unos cincuenta renglones, con trabajos notables para, entre muchos otros cineastas, Lucrecia Martel, María Luisa Bemberg, Bruno Barreto, Robert Duvall y Leonardo Favio, además de los mencionados Puenzo, Solanas y Stantic. Un breve apartado dedicado a los premios Oscar (Monti fue responsable de la fotografía de La historia oficial y El secreto de sus ojos) se entrelaza con el presente pre pandémico, alternando la filmación de Mamá se fue de viaje, de Ariel Winograd, con la preparación de la obra La farsa de los ausentes, estrenada en el Teatro San Martín durante la temporada 2017 con dirección de Pompeyo Audivert. Es entonces cuando puede verse a Monti en acción: callado, de ojos siempre inquietos, humilde en actitud y estampa, señalando la posibilidad de mezclar dos o más colores para mejorar la imagen o correr un poco un “fresnel” para que el escenario destaque toda su profundidad. En el final del rodaje, luego de un caluroso aplauso a su trabajo y figura, el plano lo muestra colocándose un morral en el hombro antes de caminar hacia la oscuridad. Otro día más de trabajo.