Chaco (2018)

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Se estrena Chaco, dirigida por Ulises de la Orden (Río Arriba), Juan Fernández Gebauer (Hijos nuestros) e Ignacio Ragone, que propone denunciar las masacres que los diversos gobiernos, multinacionales y autoridades lideraron contra los pueblos originarios del noreste argentino a través de las voces de diversos miembros de las comunidades que siguen luchando por su territorio.
“Nos persiguen constantemente” afirma Valentín Suárez al mismo tiempo que un patrullero se acerca al sitio donde se está grabando una escena del documental Chaco, codirigido por de la Orden, Fernández Gebauer y Ragone. La cámara hace zoom y detrás de la microfonista se puede ver claramente a un auto de la policía chaqueña siguiendo los movimientos del cacique.

La persecución a las comunidades originarias -wichis, qom, entre otras- del Monte Chaqueño, que incluye las provincias de Chaco, Formosa y parte de Salta y Corrientes, empezó el día que los europeos llegaron a América. Desde entonces, la usurpación de la tierra, la esclavización y el asesinato se convirtieron en norma. No solamente limitando el territorio ilegalmente con alambres, sino quitando la comida y las medicinas que las comunidades usan en su vida diaria.

Chaco narra, a través de cinco puntos de vista -historiadores, periodistas, cazadores-, no solamente las diversas masacres que hubo a través de la historia, desde fines de 1800 hasta 2010, pasando por los años ’70 y el 2002, sino también la necesidad de que el testimonio de los más antiguos miembros de la comunidad “indígena” del norte argentino se difunda entre las nuevas generaciones.

Los directores le dan voz a los protagonistas, poniéndose al margen de la cámara, con completa invisibilidad, consiguiendo testimonios confidentes, casi secretos de personas perseguidas. Las denuncias apuntan a los gobiernos, las empresas multinacionales que se llevan los bosques (y por lo tanto destruyen la fauna local) y sobre todo, la gendarmería y la policía que ocasionó numerosas masacres, torturas y violaciones.

“Nosotros ya sufríamos desapariciones y torturas por parte de los militares, mucho antes de la época de la dictadura y nunca nadie dijo nada” dice el líder Felíx Díaz. Cada testimonio y recorrido por el monte chaqueño es interrumpido por material de archivo que apoya visualmente cada declaración y crudas animaciones que grafican las matanzas históricas de las que no se tienen registros visuales.

El objetivo del documental es claro: darle visibilidad a comunidades que son autóctonas del territorio y en este momento son las que más sufren la desnutrición y la pobreza, y encima se las reprime cuando reclaman sus derechos sobre el territorio.

Sin filtros ni metáforas, sino con un lenguaje directo, Chaco tiene una notable puesta en escena que evita caer en entrevistas de bustos parlantes. Los historiadores se convierten en entrevistadores entre los testigos que sobrevivieron a las masacres y las nuevas generaciones que desconocen los hechos, y esto genera un formato más distendido, emotivo y necesario, casi transparente, lo que le sirve a los realizadores para evitar caer en lugares comunes y posiciones políticas, o en la típica entrevista televisiva. Las mentiras del poder y las excusas de los gobiernos quedan al descubierto con pruebas que dejaron las víctimas en su cuerpo.

Aprovechando visualmente la belleza geográfica de la zona, pero transparentando la pobreza en la que viven las comunidades, de la Orden, Fernández Gebauer y Ragone consiguen uno de los más importantes y necesarios alegatos a favor de la concientización acerca del pasado y el presente de nuestras comunidades originarias, y el poco futuro que les queda si no se hace algo ya mismo.