César debe morir

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Nueva obra maestra con el sello Taviani

En la cárcel de máxima seguridad de Rebibbia, en el Lazio, el nene más bueno cumple 15 años de condena por "afiliado a la camorra", como decía el tango. Homicidas, narcos, "uomini d' onore". Casi todos grandotes macizos. ¿Qué fueron a hacer ahí Paolo y Vittorio Taviani, viejitos de 82 y 83 años respectivamente? Pasa que el amigo Fabio Cavalli, actor, dramaturgo, conduce un taller de teatro para los internos.

La pieza que representarán ese año es el "Julio Cesar" de Shakespeare. Un drama de traiciones, venganzas, crímenes, reclamos de libertad, confusos sentimientos de patria y sociedad, peleas campales. De eso los reos saben bastante. Un detalle: como la sala de ensayos está en refacciones, deben practicar sus parlamentos por los diversos rincones de la cárcel. Y Cavalli les pide que mantengan sus dialectos y tonadas regionales para sonar más creíbles. Entonces hacen Shakespeare, si, con todo respeto y notable talento, pero a su manera y soltando la bronca del encierro.

Lo que hacen entonces los Taviani es ir escenificando los ensayos en el mismo orden en que avanza la obra teatral, de tal modo que los reos parecieran estar preparando un verdadero ajuste de cuentas en el presidio. Cuando matan a César en el fondo de un pasillo, cuando Bruto se explica desde el patio ante los monos que gritan encaramados en las ventanas, y Marco Antonio los solivianta con su discurso emponzoñado, bueno, si no fuera porque están recitando a Shakespeare creeríamos que se trata de un auténtico drama carcelario. Para más, filmado en impactante blanco y negro como las viejas películas de cárcel, un blanco y negro que remarca las facciones de esos actores tan particulares.

Pero luego, en colores, van a una sala, se caracterizan, actúan, reciben aplausos, César resucita, le tiende la mano a su asesino y juntos saludan al público. ¿Un llamado a la conciliación entre las gentes?, ¿la salvación por el arte? ¿U otra cosa? Depende cómo se entienda lo que dice a cámara el intérprete de Casio, cuando vuelve a su celda.

Toda esa potencia y sugerencia que ofrece Shakespeare, los Taviani, y el elenco de Rebibbia-Cavalli, en apenas 76 minutos admirablemente editados por Renzo Perpignani, viejo montajista de los hermanos, con quienes hizo "Padre padrone", "La noche de San Lorenzo" y tantas otras. Dos detalles finales: Salvatore Striano, el que hace de Bruto, ya no estaba preso, pero allí aprendió a actuar, de eso trabaja ahora (lo hemos visto en "Gomorra"), escribió un libro, "Libero dentro", y se integró como refuerzo al elenco actual. Y el que interpreta a Decio, el que maliciosamente instiga a César a presentarse en la plaza donde lo esperan los conjurados, se llama Juan Darío Bonetti, porteño preso por narcotráfico. Es así, los argentinos tenemos buenos actores hasta en las cárceles italianas.