César debe morir

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Arte carcelario y catarsis colectiva

Los hermanos Vittorio y Paolo Taviani son conocidos en el mundo del cine por representar la vertiente del realismo socialista o neorrealismo italiano, con gran influencia de Roberto Rossellini. Sus películas más memorables son “Padre Padrone” (1977) y “La noche de San Lorenzo” (1982). Muy politizados, sus enfoques siempre refieren a la lucha de clases y los conflictos sociales.

En esta oportunidad, reaparecen luego de varios años de silencio, con una obra singular que mereció el premio Oso de Oro de la Berlinale (2012).

“César debe morir” es una adaptación libre de la tragedia “Julio César” de William Shakespeare y refiere a la creación colectiva de un grupo de reclusos, en una cárcel de máxima seguridad próxima a Roma, Rebibbia, como una de las actividades de rehabilitación que cumplen dentro del presidio.

El relato comienza mostrando la escena final de la obra, cuando Bruto, arrepentido por haber participado en el asesinato de César, su mentor, solicita a uno de sus seguidores lo ayude a cometer suicidio. La obra concluye y los actores saludan en el escenario.

Inmediatamente después, el film retrocede seis meses y en riguroso blanco y negro se dedica a narrar toda la preparación previa de ese significativo acontecimiento. De modo que la mayor parte del relato cinematográfico se despliega en el interior de la cárcel de Rebibbia, lugar donde los presos que cumplen distintas condenas por hechos delictivos de variada implicancia, se reúnen en la biblioteca del penal y bajo la dirección del funcionario que tiene a su cargo los talleres culturales, empiezan a diseñar la representación de la tragedia shakespeareana.

El film muestra una especie de casting, en el que cada recluso se presenta a sí mismo y ofrece un perfil de su carácter histriónico, y también de su procedencia. Luego, se hace el reparto de personajes y después empiezan los ensayos, que tienen como locación distintos lugares de la cárcel, mientras, el teatro está sometido a obras de refacción para la gran función con público, meta final del trabajo que motiva a todos.

Valor humanístico del arte

“César debe morir”, lejos de ser una película convencional, se trata de un producto carcelario con características estéticas rudimentarias, aunque no por ello menos significativas, y es evidente que los hermanos Taviani se proponen expresar el valor humanístico del arte, cuya experiencia permite una suerte de reflexión acerca de la propia condición a cada uno de los actores. Y precisamente, la interpretación de una tragedia, que por momentos se confunde con la vida misma dentro de la cárcel, los lleva como grupo y también de manera individual a la experiencia de la catarsis aristotélica, logrando la tan añorada redención o la liberación por el arte.

“César debe morir” no es un producto de consumo fácil ni cómodo, no es una película cuyo fin sea el entretenimiento ni el espectáculo como negocio, es un experimento de laboratorio que muestra las posibilidades que ofrece la experiencia estética, en el proceso de reconciliación de un grupo de personas bajo castigo con la sociedad de la que fueron apartados por sus conductas lesivas.

La película termina igual que como empieza, con la función teatral y el público aplaudiendo, luego de las escenas finales, marcando la diferencia por el uso del color en ambas secuencias, como queriendo decir que paradójicamente, la vida verdadera transcurre en ese momento de comunión entre los actores y los espectadores, momento en que se produce la magia del fenómeno estético, remarcando que es algo que está al alcance de todos.