Cerro quemado

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

La historia de este documental empezó en una plaza de Tilcara (Jujuy), cuando su director, Juan Pablo Ruiz, escuchó casualmente la preciosa música del altiplano que Micaela Charque producía con una quena y decidió comprarle un CD. Un tiempo después, le terminó pidiendo un tema para musicalizar un cortometraje que estaba produciendo y empezó a tejer con ella una relación amistosa que finalmente desembocó en este poético documental inspirado en una serie de sueños recurrentes de Micaela relacionados básicamente con sus lazos familiares y la experiencia del desarraigo.

Luego de años de ausencia, la joven regresa a su hogar natal, en una zona inhóspita a la que se llega después de un arduo periplo de dos días por la montaña, para reencontrarse con su abuela, Felipa Zerpa, una anciana ermitaña de origen colla, muy curtida por la vida en ese entorno silvestre y desplazada de su finca por los poderosos ingenios azucareros de la provincia de Salta. Llega acompañada por su madre, Cornelia Yurquina -hija de Felipa-, y entra en contacto de nuevo con los rituales y las tradiciones propias de su cultura. También con la particular cosmovisión personal de esa mujer que ya es parte del paisaje. Una reunión vital y emotiva precedida por un largo viaje que Ruiz registra de muy cerca, con calidez, rigor y un tono sereno y cuidadoso, pero sin renunciar a la emoción.