Ceremonias de barro

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

Ese país que sabemos ignorar

El protagonista deja perder su mirada sentado en la amplia terraza de su casa de piedra y sus testimonios ilustran claramente el sacrificio que implica la preservación de una cultura originaria, que sin querer parece ir desapareciendo con las nuevas generaciones, obligadas a emigrar en busca de mejores horizontes.

Candelario Gerónimo tiene setenta y ocho años y toda su vida vivió en la Quebrada de los Chañares, en la provincia de Tucumán.

Gerónimo es uno de los tantos seres anónimos que viven en contacto con la naturaleza, en su más primitiva expresión y forma parte de la Argentina ignorada.

El habitante de las grandes ciudades poco puede imaginarse de un hombre que siente orgullo por el lugar que nació y afirma ser descendiente de la cultura indígena de los Quilmes, los que fueron exterminados con el avance de la conquista de los territorios.

"La tierra es del que la cultiva" y este concepto que provoca tantos conflictos, es el mayor deseo de una comunidad que sobrevive alejada, en medio de quebradas, de vastas extensiones de sábanas de pasto verde intenso, zonas desérticas, con piedras, con las que se construyeron la mayoría de las precarias casas de la zona, en medio de arroyos de agua cristalina.

GRANDES EXTENSIONES

"Ceremonias de barro" descubre a este hombre, que educó a sus hijos, los que ya no viven en la casa familiar y dice ser hijo natural de una mujer que lo crió a él y a sus hermanos, los que iban a la escuela a pie, caminando entre ida y vuelta unos treinta kilómetros.

En esa zona de los Chañares, sus habitantes como el mismo Candelario viven de sus pequeños rebaños de cabras y llamas, del sembrar la tierra y del culto de rituales como el de La Pachamama y La señalada, la preservación de su cultura, las artesanías y el cuidado del agua, que por momentos escasea, debido a la minas a cielo abierto, que han contaminado grandes extensiones de terreno, matando a los animales y la flora del lugar.

El protagonista deja perder su mirada sentado en la amplia terraza de su casa de piedra y sus testimonios ilustran claramente el sacrificio que implica la preservación de una cultura originaria, que sin querer parece ir desapareciendo con las nuevas generaciones, obligadas a emigrar en busca de mejores horizontes.