Ceremonias de barro

Crítica de Fernando López - La Nación

Para el turista, el cartel que aparece al costado de la ruta indica el lugar donde se encuentran las ruinas de una de las principales ciudades-fortalezas prehispánicas del noroeste argentino: Quilmes. Para los pobladores de Los Chañares y de otros tantos caseríos de la zona de los Valles Calchaquíes en el oeste de Tucumán, es el Fuerte Viejo, allí donde sus antepasados opusieron a los conquistadores una valerosa resistencia que se prolongó por más de un siglo hasta que fueron doblegados en 1666, confinados en reducciones y posteriormente llevados a otros lugares del país, especialmente a Buenos Aires. Ellos, integrantes de la nación diaguita, se proclaman sus legítimos herederos y reivindican su derecho sobre esa ciudad sagrada (alguna vez, privatizada para la explotación turística) y sobre los territorios en los que se desarrolló su cultura, pero también luchan día tras día para sobrevivir en una zona donde suele faltar agua para los cultivos; para conservar sus tradiciones, sus saberes y sus ritos, y para evitar la emigración de sus hijos.

Hace casi cuatro décadas, un grupo de esos campesinos fundó un centro vecinal con el que sentaron las bases de lo que desde 1996 es la Comunidad India Quilmes, institución que no sólo lleva adelante los reclamos, sino que también coordina y promueve acciones para cumplir con los objetivos ya mencionados y para mejorar las condiciones de vida de los pobladores. De todo esto, y por las voces de sus protagonistas, habla Ceremonias de barro, con lenguaje claro y apreciable cuidado formal.

Entre aquellos fundadores está don Candelario Gerónimo, que ya está por "ochentear", según dice, y cuya historia ocupa la primera parte. El film descarta cualquier pintoresquismo tanto cuando las imágenes captan la imponente belleza natural como cuando apunta al retrato humano (el de don Candelario y el de otros muchos miembros, algunos de ellos jóvenes, de la comunidad), o cuando se describen las ceremonias, como la fiesta de la Señalada o el homenaje a la Pachamama.

La mirada de Di Giusto es siempre cálida y respetuosa. Su film incluye tramos de especial interés, como la descripción del trabajo artesanal (tejido, tallado) o la secuencia que informa sobre la marcha del proyecto para paliar el problema del riego, para el que llevan agua de vertientes que están a más de 15 kilómetros, lo que incluye alguna reunión en que se plantean divergencias, pero también se observa en la práctica el alto valor que ellos le confieren a la idea de comunidad.