Ceniza Negra

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

“Ceniza Negra” es una película preseleccionada para los Premios Oscar y Goya, como representante de Costa Rica. En su amplio abanico temático, nos habla acerca de abandonar la infancia y comprender el duelo por la pérdida de un ser querido a tan corta edad. Desde los ojos de una niña, la cosmovisión se ve atravesada por un fuerte sentido de fantasía y la pérdida de la inocencia viene a romper, de cierta manera, con tal paradigma. Es válido preguntarse, entonces, como una niña enfrenta sus últimos días de infancia mientras acompaña a morir a su abuelo. Y en ese vértice emocional, el film nos habla acerca de un tiempo de transición y abandono físico. Ese soltar de ilusión, ese amarrarse al mundo real. Acaso cuando la fantasía que encuentra a la muerte. Una posible visión de la vida circular y de esa fantasía que nos protege de la realidad, a menudo insoportable. Filmada en el Caribe Sur costarricense, la realizadora realiza una investigación antropológica y sociológica del lugar; y allí, en el centro del relato, una niña que debate su visión de mundo real y su noción de fantasía. Ese plano al que se regresa en la vejez, intenta decirnos la autora, cuando la proximidad de la muerte se vuelve palpable. La partida de un ser querido dispara esta profunda exploración de la muerte desde la juventud. Quizás, la conexión tan fuerte que ella establece con los animales y con la naturaleza le otorguen la sabiduría necesaria para comprender los ciclos de la vida. “Ceniza Negra” aborda enriquecedores tópicos y nos habla sobre crecimiento, despedidas y pasajes etarios. Es tan universal y esencial como la vida y la muerte.