Cena de amigos

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

¿Puede ser que la amistad sea producto de la hipocresía, el engaño y la mentira? ¿Después de tantos años de conocerse, puede una simple cena desatar una ola de infidelidades?

La directora Daniele Thompson, al igual que como hizo en Lo Mejor de Nuestras Vidas, su última película, construye junto con su hijo Christopher, también partícipe como interprete, una comedia dramática coral, acerca de cómo el paso de los años pueden destruir parejas y amistades, aun cuando los involucrados no den cuenta de ello.

ML (Karin Viard) organiza una cena donde, su esposo, Piotr (Dany Boon) preparará un típico plato polaco, por lo que ambos deciden invitar diferentes parejas amigas, algunas de ellas, sin conocerse entre sí, y un par de miembros solitarios, a los que tratarán de unir sentimentalmente.

Pero no todo es tan sencillo, ya que ambos desconocen que no todas las parejas mantienen la apariencia del status quo. Los médicos Alain y Melanie Carcassonne (ella obstetra, él oncólogo a cargo de Bruel y Marina Fois) están a punto de quebrar, ya que ella está teniendo un amorío con un jockey. Sarah Mattei (Seigner) se siente disconforme con su esposo Lucas (Thompson). Por otro lado, Piotr invitó a Jean Louis (Laurent Stocker) sin saber que tuvo un romance con ML. A esto se suma que llega Juliette (Marina Hands), hermana de ML con su nuevo esposo (Patrick Chesnais), bastante mayor que ella, y el padre de ambas (Pierre Arditti), con el cual Juliette está peleada tras haberlas dejado de chicas por otra familia. Por último aparece la profesora de flamenco (Blanca Li) de ML, que le da un poco de humor al evento.

Pero la cena, termina más por unir que por separar. Para complicar un poco más la historia, a la mitad de la película, Thompson decide mostrar paralelamente a que se va desarrollando la historia que pasa con los personajes un año después de la cena, donde va profundizando un poco más en el perfil más dramático de cada relación, y como aquellos que parecían tener estabilidad, entran en un periodo de crisis y viceversa.

Los personajes son ricos y las actuaciones creíbles. El elenco es más que solvente, y superan las interpretaciones a una película, y una narración que nunca termina por levantar demasiado vuelo ni decidirse que quiere contar o criticar: si la superficialidad de los burgueses franceses, si la hipocresía de las amistades y las parejas contemporáneas. Si quiere ser una comedia o un drama. El tono nunca queda demasiado claro, y la película apenas es una pintura romántica, con momentos simpáticos (especialmente cuando se juntan el nuevo novio y el padre de Juliette) y melancólicos con un final un poco forzado.

Se trata, sin duda, de una película donde se quiere vender más a un seleccionado de actores de renombre juntos, que una obra redonda. Si bien es interesante ver aquello que no se dice, el extenso epílogo agobia un poco. A nivel visual, se trata de una obra sin demasiada personalidad cinematográfica, aunque es notable el énfasis que le pone la directora a los colores del vestuario, acaso influencia de su pasado como directora de arte.

Aún así, es una película para no descartar completamente, que quizás sirve para reflexionar acerca del círculo de amigos que uno frecuenta, de las relaciones en pareja y como el tiempo pasa para todos.

Consejo: tomar nota ni bien empiezan los títulos finales de la receta del plato polaco, que pertenece al marido en la vida real de la actriz Emmanuel Seigner, el cineasta Roman Polanski. Quizás se trate de lo único verdaderamente trascendental de esta olvidable “comedia dramática”.