Cementerio de animales

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

En 1989 la directora Mary Lambert filmó Cementerio de animales, basada en la novela de Stephen King que estremeció por su lograda atmósfera y también se colocó detrás de cámara en una olvidable segunda parte. Después del arrasador éxito de It!, el mundo del escritor de Maine vuelve a desenterrar sus pesadillas.

En Cementerio Maldito, de los realizadores Kevin Kolsch y Dennis Widmyer -los mismos de Holidaysy de algunos episodios de la serie Scream- sobre el guión de Jeff Buhler -Maligno- exploran el horror después de la pérdida de un ser querido en este relato que logra construír los climas adecuados y transformar la vida cotidiana en algo pesadillesco. 

Louis -Jason Clarke-, un médico, y Rachel -Amy Seimetz-, quien arrastra un pasado tormentoso por la enfermedad de su hermana, se mudan de Boston a una zona rural de Maine junto a sus pequeños hijos Ellie -Jeté Laurence- y Cage para iniciar una nueva vida alejados del vértigo de la ciudad. 

Entre susurros, neblina y una zona prohibida que no deben traspasar, Louis enfrenta una sucesión de horrores a partir de la muerte de un paciente -el fantasma que advierte el peligro que se avecina- y de la mascota de la familia, el gato Chuck, que es enterrado con la ayuda de su nuevo vecino Jud -el siempre convincente John Lithgow- en el cementerio de animales lindero a la casa.

La película tiene sobresaltos -los camiones pasan esporádicamente pero levantan polvareda- y un clima cotidiano que se va enrareciendo cuando la muerte sirve como disparadora del terror. El relato presenta cambios con respecto al filme original en lo que hace a situaciones: la procesión de chicos con máscaras; un mayor peso del personaje de Ellie en la historia y un final diferente y abrupto que no termina de convencer.

Lo sobrenatural cobra una dimensión amenazante que funciona mejor en la presentación y en el desarrollo que en el segundo tramo cuando "los muertos" regresan distintos para horrorizar a su entorno. Un relato clásico del género que acierta con algunos recursos y arriesga con su artillería pero que no termina de redondear un producto escalofriante como el original.