Cazafantasmas

Crítica de Daniel Castelo - Infonews

La llegada a los cines del reboot de Ghostbusters hizo que volviera a explotar el debate sobre la necesidad o no de las remakes en la industria. En ese marco, los resultados de taquilla para el renacer de la franquicia iniciada en los años 80 no fueron malos, pero las críticas de los puristas se hicieron sentir incluso más que los de la prensa especializada.

Los cazafantasmas fue un clásico instantáneo allá por 1984, cuando Bill Murray, Dan Aykroyd y Harold Ramis, tres comediantes de la generación más incorrecta del Saturday Night Live, irrumpieron calzados en overoles a cazar espectros en pantalla grande. Y con ellos Sigourney Weaver, que venía de enfrentar aliens. Nada menos.

Hoy, 32 años después de aquel hito del mainstream, Ivan Reitman, que dirigió las dos películas de la saga original, vuelve como productor de este despropósito en el que lo único no criticable es cambiar hombres por mujeres.

1. Ghostbusters es mala, entre otros motivos, porque carece de ideas renovadoras. Quizá idea de marketing de repensar lo mismo pero con chicas sea el único sostén de su modorra creativa, de su cobarde vuelta de tuerca. Más de 30 años tuvieron, estimados.

2. Apela al juego de iconografías como lo hizo J.J. Abrams en The Force Awakens, con la salvedad de que la continuación de Star Wars supo salir de la mera cita, del guiño mecánico. En el Episodio VII, una vez que aparece en pantalla Han Solo, la atención se concentra en la trama, que tiene el peso necesario como para cargar la mochila del mito. Y este no es el caso.

3. Los cameos. Bill Murray se ve aburrido del primero al último segundo que pasa en escena. Algo similar ocurre con las aparicione minimalistas de Aykroyd, Ernie Hudson y Annie Potts. Lo de Sigourney Weaver sobre el final levanta, pero tarde.

4. Hay tomas completas copiadas del film original. Desde el torso fantasma que ya no está en una biblioteca pero sí en otros lares, hasta los planos de la cima de un edificio (¿también frente al Central Park?), que parecen replicados como en un deja vu sobrepasado de postproducción.

5. ¿Hacía falta esa versión con peluca rubia y labios pintados del legendario y verde Slimer?

6. Racismo sutil. En el film de 1984 tres blancos dominaban el grupo y jugaban un rol paternalista sobre el cuarto integrante, afroamericano, desempleado y sin conocimientos científicos. Tres décadas más tarde, pese a haberse superado la era en que las mujeres negras debían darle el asiento en los micros a las blancas, repetir el esquema suena más al sueño húmedo de Donald Trump que a remake aggiornada.

7. Más allá de los desaciertos, el anuncio del reboot con elenco central femenino generó una semilla de ilusión en grupos feministas que calcularon una revancha de género frente al machismo made in Hollywood. Pero no, apenas una pátina y un toque de make up. Si bien es cierto que no se apeló a un cuarteto de rubias sexies, la mirada femenina es como mucho de reojo y su momento cúlmine es una de las powerpuff (Kate McKinnon) disparándole a la entrepierna de una bestia fantasmal. Uf.

8. McKinnon es simpática como la intensa del grupo, pero después de 15 o 20 minutos de ademanes se pone al lado de Jar Jar Binks en el top 5 de infumables del cine del último cuarto de siglo.

9. No lograron convencer de un regreso a la marca nada menos que a Rick Moranis, el elegido por el maligno Zull para acompañar al personaje de Sigourney Weaver en el original de 1984.

10. Personajes de cartón. Si se eliminara el personaje de Chris Hemsworth la trama sería la misma, el relato se vería igual, la historia seguiría intacta. No se animaron a darle una vuelta de rosca o integrarlo a la trama como a Weaver en el ´84.

11. A diferencia de lo que sucede incluso con la innecesaria reboot Amazing Spider-Man (que pese a sus contras presenta varios tildes positivos),´visualizar la Ghostbusters original antes o después de pasar por esta versión dirigida por Paul Feig, resulta mortífero. Porque, se sabe, cualquier comparación es odiosa, y en este caso aún más.