Cazadores de sombras: Ciudad de hueso

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Una mezcla para nada efectiva

Hacía mucho tiempo que una película de acción juvenil no se hacía tan, pero tan larga y pesada. Esta Cazadores de sombras: Ciudad de hueso, es una de las más flojas adaptaciones de una novela juvenil hacia la pantalla grande.

Desde estas líneas se alabó a Hermosas criaturas y hasta a la vapuleada La huésped, pero lo nuevo del holandés Harald Zwart (la adaptación de Karate Kid, La Pantera Rosa 2) es poco defendible.

La entrada al gótico-industrial boliche Pandemonium prometía un ambiente frío, desolador, rico para esta historia, en seis libros, de Cassandra Clare. Sólo prometía. Desde el momento que un demonio es muerto en manos de Jace (el anodino Jamie Campbell Bower) y flecha el corazón de la “mundana” Clary Fray (la apática Lily Collins) el filme comienza a irse de pista.

La joven pelirroja vive engañada por su madre Jocelyn (Lena Headey), que oculta poderes mágicos. Y una Copa Mortal, es la presa. Hacia ella va Valentine (Jonathan Rhys Meyers), quien pide secuestrarla y la deja flotando en trance.

A su rescate irán los cazadores de sombras, creados por el arcángel Raziel (extraído del Kabbalah, “el guardador de secretos”), quienes deben enfrentar ¿adivinen qué?, obvio, a los demonios del averno.

La acción en esta película por momento es continua, no hay paz entre tanto vértigo, el uso de afiladas armas es vistosa como así también el recurso (gastado) del portal de agua hacia otra dimensión.

Una conjunción de demonios ensamblados por cientos de murciélagos quizá sea la mejor metáfora de este filme: unir y mezclar sin ningún criterio. Los hombres lobo- que ayudan a los cazadores- que tienen parte de ángeles y humanos- que luchan contra los demonios- que usan hechizos de magia rúnica- que buscan una copa mortal… ufff, un collage que se atropella en más de dos horas.

Este filme tiene un humor muy ingenuo (“de repente se tatuaron, pensé que eso pasaba en Las Vegas”, dice Clary), hay escenas de celos estúpidos por un beso y hasta se insinúa que J.S. Bach era un cazador de sombras. ¡Por Dios!

Da que pensar que Crepúsculo, con todos sus aciertos y errores, era una obra clara al lado de este filme. En la saga de Stephenie Meyer los personajes tenían una identidad definida, los diálogos eran más profundos y el objetivo estaba claro. Sin embargo, Cazadores...busca facturar con el mismo público que dejó vacante la otra saga. La pregunta es: ¿a qué precio?