Cazador de demonios: Solomon Kane

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

La redención del noble

Los que gusten del género fantástico, pero también los que disfruten del cine como gran espectáculo, pueden sentirse habilitados para ver este filme coproducido por capitales y dirigido por un europeo, pero con una fuerte impronta hollywoodense en su entraña, dicho esto como un mérito.
El protagonista de Cazador de demonios se llama Solomon Kane y es un noble desterrado cuando niño, al que el destino llevó a vivir en la clandestinidad. Así fue como Kane se convirtió en un mercenario a tal punto despiadado que, para escapar del llamado del diablo, decidió entregarse a una existencia pía alejada de su hogar, y encontrar la redención a sus pecados.

Pero en el año 1600 (la acción comienza en África pero rápidamente se traslada al Reino Unido) la violencia es moneda corriente en una sociedad todavía en estado medieval, sumida en la superstición, la conquista y la esclavización de los hombres. Sumado a esto, el llamado de la sangre. Las comarcas que pertenecieron a su familia cayeron en manos de espíritus realmente malignos, y el indicado para acabar con esa tiranía es justamente él.

Para los que lo conozcan pero también para los que deseen descubrir a uno de los grandes del género, hay que mencionar en este momento a Robert E. Howard, escritor de destino trágico (se quitó la vida a los 30 años) cuya imaginación engendró nada más ni menos que sagas como la de Conan el Bárbaro (encarnado por Arnold Schwarzenegger para la pantalla grande). También Solomon Kane es de su autoría, y para de un pincelazo retratarlo, baste esta cita acerca de la concepción de este tipo de criaturas literarias: “Conan fue el personaje más realista que jamás desarrollé. Es simplemente la combinación de una variedad de hombres que conocí. Cierto mecanismo de mi inconsciente tomo algunas de las características de boxeadores, pistoleros, contrabandistas, matones de pozos petroleros, apostadores y trabajadores honestos que conocí”.

Mucha y buena producción se ve en Cazador de demonios: fotografías aéreas de paisajes, escenas finamente captadas bajo la nieve, la lluvia y en el barro, algunas con buen despliegue de extras; excelente tarea de maquillaje, vestuario y utilería de arte (especialmente en armas); coreografías de luchas; montaje de sonido; proliferación de efectos visuales.

Una propuesta con gran despliegue al servicio del entretenimiento, al que tal vez no esté de más abrocharle un aviso de precaución para personas impresionables.