Cazador de demonios: Solomon Kane

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

Sin la gracia de una película barata.

Unos cuantos barcos se acercan a lo que parece ser un fortín endemoniado. La batalla es cruenta, ya que el capitán de esa flota, es un pirata despiadado y sádico. Arenga a las tropas diciéndo que el único demonio es él. Es Solomon Kane. Pronto penetrará la fortaleza, hasta llegar a encontrarse con la mismísima parca, un bicho CGI que no esconde sus orígenes cibernéticos. Luego de una breve escaramuza, tenemos que creer que ese encuentro fue un punto culminante en la vida de Kane. Y bueno, después sigue un festín de clichés donde uno se pregunta si los que hicieron la película no son realmente los demonios.
James Purefoy es Kane, y sin dudas es lo más divertido de la película. El tipo es carismático, y si bien por momento parece un Aragorn devaluado (como la película, que está más cerca de la terrible Calabozos y dragones que de El señor de los anillos) por lo menos le pone ganas. Conoce eventualmente a una familia, y el resto es historia, pero con minúscula. Ya sabemos que esa familia lo hará cambiar, que recuperará la humanidad de su corazón, etcétera de la etcétera. No habría tanto problema si todo estuviera bien hecho. Pero cuando veo al tercer monstruo feo, hecho con malos efectos de computadora, todo se va al diablo y no solamente Kane.
Cuando uno piensa que las cosas no pueden ir peor, los productores, supongo, metieron mano en el montaje para hacer la película más "digerible". Se nota en escenas totalmente inconexas, como aquella donde, de la nada, asistimos a una feroz resistencia por parte de los héroes, en medio de un castillo en llamas. Es casi como los saltos de missing reels de Grindhouse. Sólo que esta vez, este producto clase B es malo.