Cazador de demonios: Solomon Kane

Crítica de Martín Stefanelli - ¡Esto es un bingo!

Hallmark Channel presenta

Un año después de su estreno en Europa, llegó a la cartelera la película basada en un comic menos emocionante de la historia del cine. De este género (ya lo es, o casi) las hay buenas y malas, pero definitivamente esta es la más aburrida de todas, cuando “aburrido” debería ser el peor de los lugares adonde pueden caer estos estrenos. Cazador de demonios es una producción francesa, inglesa y checa parecida a ese otro adefesio que es Pacto de lobos, y termina por confirmar que ciertas cosas sólo le están legadas a Hollywood. Eso sí, debo reconocer que la vi en DVD; una sala de cine le podría haber sumado algunos puntos. No sé, tal vez la pantalla grande solamente agigantaría esa pátina visual de CGI barato que tiene la película. Pero que todo esté cubierto de un color naranja tirado desde un balde de pintura no es lo más aterrador; lo peor es que después de los primeros cinco minutos, la historia provoque menos interés que chupar un clavo.

Al comienzo, cuando la película todavía puede prometer un poco, Solomon Kane aparece en el norte de África como un hombre vil, obsesionado con el dinero y el poder, que mata sin piedad a propios y extraños. Kane comanda la toma de una ciudad en la que quiere saquear un tesoro y cuando finalmente lo encuentra, el Diablo en persona se le aparece para anunciarle que llegó el momento de pagar por todos sus pecados. Fin de la curiosidad del espectador.

El resto de la película sigue un camino eterno de redención que lo obliga a vagar por una Inglaterra llena de harapientos y barro, regida por un malvado hechicero. Atrás de todo eso hay un trasfondo histórico que intenta conceptualizar la fundación de los Estados Unidos por parte de las familias puritanas que emigraron desde Europa y su devenir histórico al otro lado del océano. Casi como los neocons de la era Bush, la idea de redención pasa por combatir el mal en todos los rincones de la tierra. De cualquier forma, a esa altura, todo esto ya dejó de interesar hace mucho tiempo. Ni la aparición de Max Von Sydow, ni la familia de puritanos con la que establece una relación, ni su pasado de nobleza que intenta reivindicar hacen sostener la mirada sobre la pantalla.

Apuesto que ni a los fanáticos de las espadas y los hechiceros puede atrapar este guión errático y previsible que tiene aires de grandeza y ni siquiera provoca risas. Está claro que además del pobre trabajo visual, el problema de estas superproducciones europeas es que se lo toman todo demasiado en serio.