Cazador de demonios: Solomon Kane

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Solomon Kane es un guerrero puritano del Siglo XVII cuya única finalidad y objetivo en la vida es terminar con la maldad en todas sus formas. No importa que lo obtenga con actos perversos. Sería algo así como sostiene la famosa frase de “Hagamos la guerra para lograr la paz”.

En cuanto al desarrollo de éste personaje, sacado del genero del comic, se centra en como sus aventuras llevan a éste capitán desde los oscuros mundos dentro las principales capitales europeas hasta las frondosas y peligrosas junglas africanas. Es allí donde su vida cambia, una acción más, pero en el lugar equivocado en el momento menos preciso, lo coloca en la triste tarea de tener que hacerse cargo de la muerte de todos sus hombres.

Pero como no encuentra ninguna forma de redención a través de sus actos, decide internarse en un convento.

Pero si el pasado no sólo te condena sino que te persigue... en algún momento te alcanza.

Lo más incomprensible de este producto ya no es las formas, la estructura, su construcción, es su origen.

El sólo discurrir de las escenas lo colocan como un producto netamente hollywoodense, pero en realidad es europeo. Se podría decir que es uno de los filmes más yankees producidos en el viejo continente.

Esto no sería del todo malo sino fuese porque el producto no tiene ninguna variable en su construcción que se pueda rescatar.

Empezando por el guión, que al principio no da forma en ningún momento de nada que motive al héroe, sólo escenas de violencia excitante. Luego elipsis incomprensible y para nada justificada, nuestro personaje es lo más parecido a un monje tibetano, es en este momento que su vida anterior se le presentifica en forma de demonios que sólo buscan su sangre, pero cometen el error de secuestrar a una joven, muy bella por cierto, y por la cual el promete rescatarla. Para tal fin debe tomar nuevamente las armas y pelear.

Originalidad cero.

Los rubros técnicos son buenos, especialmente la fotografía, no así el abuso constante en las escenas de acción el uso del ralenti, con movimientos de cámara supuestamente extravagantes, pero ya visto mil veces, y además vuelve a fallar en lo narrativo, sobre todo cuando quieren enfatizar las escenas con música, empatica e insoportable.

La frutilla del postre es no sólo la falta de instalación de un verosímil, (que no tiene que tener visos de verdad) que atrape al espectador, sino que la previsibilidad del texto es tan abrumadora como aburrido su resultado.

Los amantes del género le podrán encontrar algo para redimir.