Catorce

Crítica de Rodrigo Rago - CineFreaks

La última década de amistad.

Fourteen (o Catorce), dirigida por Dan Sallitt, es el primer estreno comercial del director en Argentina tras 30 años de carrera. En este caso, Catorce es una película que acepta el reto de capturar el paso del tiempo, y a la vez, de retratar un ciclo de amistad que intenta sostenerse a pesar de la llegada de la madurez, tanto laboral como amorosa. Es un film cargado de elipsis temporales, al cual solo le interesa el desarrollo de esta extraña pero irrompible relación a lo largo de una década.

Es decir, estamos frente una obra donde la cronología solo se presenta para seguir construyendo el relato de amistad entre Mara (Tallie Medel) y Jo (Norma Kuhling), dos jóvenes adultas que buscan llevar a cabo su vida en la ciudad. A través de sus citas, sus trabajos, y sus problemas, vamos descubriendo como el fuerte vínculo que las tuvo unidas durante tanto tiempo comienza a desmoronarse.

Si bien el ritmo otorgado no suele parecer atractivo ni mucho menos funcional, le da coherencia al relato de una manera única y original: todo el desarrollo tanto narrativo como histórico, se da a partir del encuentro entre ellas o entre algún tercero que también forme parte de sus vidas. Los cortes bruscos que decide el director entre una escena y la otra, no son grandes vacios temporales al azar, sino que marcan con claridad el paso del tiempo, por más que al principio cueste percibirlo. Junto con el paso del tiempo como arma narrativa, también irán apareciendo dentro del guion las conversaciones insípidas, las preguntas banales, y los silencios entre miradas que en conjunto remarcan cual es el estado de salud de esta profunda relación a medida que pasan los años. Es así como Dan Sallitt consigue retratar de gran manera una historia sencilla sobre la amistad, que desde el primer momento oculta una amargura inevitable.

Y es por eso que Catorce es una película de encuentros, donde lo que no se ve ni se escucha queda escondido entre los sucesos de la inexorable vida, esperando a que el espectador imagine y reconstruya en los recovecos restantes los hechos que esta historia va dejando en el camino.

A pesar de su carácter repetitivo por momentos, la sutileza en los diálogos produce un extraño encantamiento el cual, sin prestar mucha atención, nos termina seduciendo con el correr de los minutos. Es una película donde el buen concepto visual y el gran dominio de la palabra se hacen fuerte y van de la mano para lograr la definición de “una obra modesta y virtuosa”, que gradualmente se encarga de ir cobrando emotividad y cariño.