Casa vampiro

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Humor inteligente para hincar los colmillos

A modo de falso documental y con la precisa mirada ácida sobre los clichés del género, esta rara avis neozelandesa nos introduce en el derrotero de un grupo de cuatro vampiros, que deben lidiar con el conflicto de la inmortalidad aplicada al mundo que les toca en suerte. La convivencia con mortales, por ejemplo, y ese irrefrenable apetito por la sangre, marcan las coordenadas donde una batería de chistes y situaciones provocan la carcajada asegurada.

La parodia sobre los lugares comunes, en este caso, resulta más que inteligente y la elección del reparto acertada en todos los personajes. Estrenada en el festival de Mar del Plata y con gran éxito, la propuesta avanza en la intimidad de Viago (Waititi), Vladislav (Clement), el lujurioso, Deacon (Jonathan Brugh), la oveja negra y Petyr (Ben Fransham), en clara alusión a Nosferatu. A ellos se suman una serie de personajes secundarios también atractivos desde el punto de vista psicológico y con quienes interactuarán en un juego que mezcla las diferencias, pero también se atreve a exhibir –siempre bajo un tono irónico- la conflictiva existencialista planteada desde los anales históricos del vampirismo.

Con escenas sumamente jocosas e ingeniosas y un empleo de los efectos especiales, que se ajusta a las exigencias del guión, Casa vampiro es un ejemplo de buen cine que no tiene prejuicios a la hora de adentrarse en temáticas consideradas banales o superficiales, pero que nunca deja librada a la suerte la mezcla de entretenimiento puro con humor inteligente.