Casa propia

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Quinto largometraje del cordobés Rosendo Ruíz, "Casa propia", es un crudo y a la vez cálido retrato sobre una generación frustrada. ¿Se puede hablar del NCC?
Si a principio del Siglo XXI un grupo de cineastas jóvenes le devolvieron la frescura al cine argentino retratando la realidad de una generación joven desamparada y descreída de un futuro venturoso; hace ya varios años que desde la provincia de las sierras y el reloj Cucú, se viene gestando algo que retoma esa postura desde un estrato superior.
Rosendo Ruíz es el estandarte, el nombre más conocido de esta camada de Nuevo Cine Cordobés, que en buena parte, vuelve a tomar a esos mismos personajes, otrora adolescentes, veinteañeros; ahora en aquella provincia que mezcla la ciudad con el interior, y con nuevas inquietudes y frustraciones.
En 2010, su ópera prima "De caravana" causó aplausos y revolución cuando se presentó en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Aquella postal de las costumbres propias de la provincia, plagadas de ritmo y gracia, con una mirada joven adulta potente, auguraban un futuro brillante que, hasta ahora, no se ha contradicho.
A Ruiz le siguieron otros realizadores cordobeses que hicieron sus propias versiones de historias bien propias de esa provincia. Casa propia, probablemente abra una nueva etapa, como aquellos films del Nuevo Cine Argentino que superaban las limitaciones del barrio. Si bien sigue ubicando en Córdoba, más precisamente en Córdoba Capital, es su film más universal y abarcador. Positivamente, sin perder nada de su vigor.
¿Todo chico quiere ser grande para poder independizarse y hacer las “cosas de grandes”? ¿Qué pasa si eso no se cumple? Alejandro (Gustavo Almada, actor en "De caravana", acá también co-guionista junto a Ruiz) es un hombre de edad indefinida, supuestamente alrededor de los 40, probablemente un poco más.
Es profesor, gana poco, mantiene una relación indefinida con una mujer separada y con un hijo que no blanquea, y vive con su madre.
Por más deseo que haya de mudarse a un hogar suyo, no hay expectativas de lograrlo. Lo primero que veamos será un flashforward. Una barra de chicos parando en la calle frente a una casa. De la misma, sale un hombre en plena pelea de pareja que es echado de ese hogar. Sí, ese hombre es Alejandro.
¿Será el destino que le espera a esos jóvenes? ¿Será el estado en que quisiera estar Alejandro? Casi lo primero que le oímos decir a su madre (la espléndida Irene Gonnet) es una increpación a su hijo
¿Cuándo te vas?. Pero no, esto no es la comedia "Soltero en casa", ni ninguna otra que se le parezca. La relación de Alejandro con su madre es de una dependencia y rechazo mutuo.
Para colmo, a ella le diagnostican un cáncer en etapa avanzada, y no es una mujer fácil de tratar. Tiene una hermana, y un cuñado, pero de hacerse cargo de la madre, por más gritos desesperados de Alejandro, no.
Su vida laboral está estancada, ser profesor ¿lo satisface?. Su vida amorosa es aún peor, está enamorado/obsesionado de una mujer separada con un hijo y que no quiere saber nada con admitir que son algo más que amantes, por más que Alejandro pase noches y días enteros en esa casa.
Todo es así en la vida de este personaje, que bucea entre buscar departamentos para independizarse, pero nunca llega con los alquileres y/o las garantías. Ruiz está retratando un clima, un síntoma, una generación que existe; que ya no puede considerarse joven en el sentido irresponsable del término, pero que no está ni siquiera cerca de tener sus conflictos resueltos. ¿Genera empatía Alejandro? No hay una respuesta.
Lo cierto es que Ruiz no la fuerza, y puede caernos bien o mal, pero siempre es realista, por lo que sí genera identificación. Ruiz nos habla de las crisis de edad, de los deseos de ser un hombre y no hacer pie ni en el amor, ni en la paternidad, ni siquiera en tener un futuro asegurado. Alejandro ¿quiere? asumir responsabilidades, quiere ser una figura adulta de alguien.
Dejar de ser hijo para pasar a ser esposo o padre (del hijo de su pareja, de sus alumnos).
Pero no lo logra; no halla su lugar. A través de un lenguaje visual potente, con escenarios abarrotados o blancos minimalistas según la ocasión; "Casa propia" nos lleva del caos al deseo de armonía interna, de la risa, al drama, y a la tensión. Hay mucha ira y frenesí contenido en nuestro protagonista. Rosendo Ruiz lo logró, "Casa propia" (en definitiva) es una película superadora de su propio estilo.
Escrita a sapiencia, con una fotografía precisa, llena de planos que hablan por sí solos, y un montaje atrapante. Guarda también sus armas en las maravillosas interpretaciones de Almada y Gonnet, y una imagen final para aplaudir de pie. El Nuevo Cine de Córdoba ha subido otro nivel.