Cartas para Jenny

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

No todos los guiones son filmables. En Estados Unidos, aquellas historias que son demasiado mediocres para trasponerse al cine, a menos que tengan un presupuesto de 100 millones de dólares y nombres rutilantes, tienen un destino donde pueden encontrar un público determinado y fiel: el canal Hallmark.

Aquellas novelas lacrimógenas, a veces “inspiradas en hechos reales”, de hora y media de duración, pobreza visual, cinematográfica, narrativa e interpretativa, encuentran en Hallmark un hogar donde los van a recibir con los brazos abiertos.

Lamentablemente ese filtro no existe en Argentina, por lo tanto, hasta que se logre crear un canal exclusivamente dedicado a pasar películas que no merecen tener un subsidio para ser exhibidas en salas comerciales, o por lo menos que algún canal de aire tenga un día a la semana una noche dedicada a ficciones para TV con principio y fin, (como Canal 13 hace cada año con el especial acerca del SIDA), las películas mediocres como Cartas para Jenny deben sufrir postergaciones, a veces eternas, hasta que por fín logren estrenarse.

Diego Musiak, lamentablemente, no tuvo una carrera demasiada inspirada. Melodramas lacrimógenos y cursis, previsibles, pobres a niveles narrativos fueron su leit motiv. Su último trabajo estrenado, que data del 2002, fue un apenas interesante y discreto documental llamado La Mayor Estafa al Pueblo Argentino que debería haber ido directo a Canal 7, ya que su tratamiento visual era completamente televisivo.

Cartas para Jenny es un melodrama que con un poco más de presupuesto, mejores actuaciones y en México, quizás habría sido filmada, con guión de Arriaga, por Gonzalez Iñarritú, Pero esto no es un halago. Justamente, la película tiene lo peor del realizador de Amores Perros.

Cuando Jenny hizo su Bat Mitzvah recibe de mano de su padre unas cartas que le dejó su finada madre, con las instrucciones de que debe leerlas ante cada momento importante de su vida: casamiento, primer hijo y cuando no encuentre salida…

El tiempo pasa. Jenny (Accardi) tiene veinte años y un novio español (para justificar que es co producción española) que la deja embarazada. Jenny quiere avanzar con su vida: casarse y tener la criatura. Su padre (Seefeld) no aprueba su decisión pero la apoya, en recuerdo de su madre. Cuando el novio se escapa a España, Jenny decide viajar de San Luis (para justificar la participación de San Luis Cine) a Israel a ver a un amigo de la infancia y conocer las causas del fallecimiento de la madre.

Musiak crea una telenovela melancólica, lacrimógena cada dos escenas, previsible, moralista, obvia… No hay tema clisé que se le escape: la madurez, la búsqueda de la identidad, el origen. Para relatar la historia de la madre recurre a horribles flashbacks filmados en blanco y negro con estética publicitaria.

En Israel, a falta de ideas, Musiak decide plagiarlo a Daniel Burman, mostrando a los protagonistas flotando en el Mar Muerto, emulando a Martinez y Roth en El Nido Vacío, sin justificación alguna (Burman lo justificaba al menos desde el inteligente guión).

La historia romántica final resulta forzada, sacada de una novela de las dos de la tarde o de alguna abominación televisiva de Cris Morena. Diálogos demasiado escatológicos y personajes estereotipados. Interpretaciones poco creíbles y bastantes toscas.

La fotografía de Darío Sabina, el mismo de El Hombre que Corría tras el Viento, es lo único rescatable de esta obra que va a quedar para el olvido… como aquellas películas que se muestran todos los días en el canal Hallmark.

¿Puede esta película caer más bajo?: sí, el novio español imita a Alejandro Sanz.