Cartas a Julieta

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Brindis por los bienamados

El oficio de investigadora periodística en la selva neoyorquina ocupa la vida de Sophie. Al comienzo de Cartas para Julieta, el lugar y el oficio no parecen adecuados para rendir honores a la heroína de Verona, inmortalizada por Shakespeare. La ascendente y talentosa Amanda Seyfried interpreta el rol de la joven que viaja a Verona en pre luna de miel con Víctor (Gael Garcia Bernal). Ella sueña con escribir una historia que valga la pena; él abrirá un restaurante en NY y se pierde por los vinos, los quesos y el aceite de oliva.

Cartas para Julieta de Gary Winick es una comedia romántica que elabora los clichés con delicadeza y buen gusto. Sophie visita la casa de Giulietta, en Verona, y observa cómo las turistas dejan cartas con deseos y penas de amor para la novia de Romeo. Unas secretarias encantadoras las contestan. Sophie saca una carta fechada 50 años atrás, y empieza la búsqueda de un amor perdido y el descubrimiento de sí misma.

“La gente quiere creer en el amor verdadero”, dice el jefe de Sophie. La chica cambia profundamente cuando conoce a Claire (Vanessa Redgrave), la inglesa que perdió el amor de Lorenzo. La película se convierte en un viaje de placer con Charlie, el nieto de Claire, al volante. De Verona a Siena, los tres recorren viñedos y pueblos hermosamente fotografiados por Marco Pontecorvo, en busca de aquel hombre. El pasado se funde con el presente y el amor de Julieta por Romeo es inmortal.

La química entre Redgrave y Seyfried es mágica. Nero, García Bernal y Christopher Egan acompañan como galanes bien plantados. El filme tiene pasajes deliciosos gracias al encanto de Redgrave, que ofrece gotitas de melodrama y brinda por los bienamados en la campiña toscana.