Carrie

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Adaptación edulcorada

Pocas películas de terror tienen una imagen tan iconográfica como la de Carrie, la adaptación de la novela de Stephen King: joven ensangrentada, fuego de fondo, mirada perdida, telequinesis mortal. Y como casi todos los clásicos de terror fueron reversionados: ¿cómo iba a faltar esta joya de Brian De Palma? El resultado fue una innecesaria remake luego de la fallida Carrie 2: la ira (1999) y el film homónimo para tv de 2002.

La directora Kimberley Peirce (Los muchachos no lloran) acertó en adecuar el clásico de 1976 a los tiempos que corren. No recurrió a la tecnología y recursos de hoy para recrear el tiempo pasado, solución facilista en los filmes de este tipo, sino que se metió con el bullying y las redes sociales, cara y cruz de la juventud.

A Carrie White (Chloë Grace Moretz) la ubicó bien lejos del estereotipo de sus bellas compañeras de colegio que se burlan de su primera menstruación: ella es bajita, tímida, su vestimenta parece anticuada y, para colmo, es sometida al fanatismo religioso de mamá Margaret (Julianne Moore).

En lo que falló la cineasta estadounidense fue en edulcorar la historia de la joven poseedora de poderes sobrenaturales. Carrie no va al hueso, los personajes secundarios no son tan severos (es más, en 1976, John Travolta aparece como un novio golpeador), la joven White no intimida cuando muta de ángel a demonio como su predecesora, su dócil carácter pierde credibilidad en el momento de los efectos mortales. Le falta emotividad, sangre, pero no de la de utilería, que sobra, sobre todo en el baile de graduación final.

A pesar de tener la mayoría de diálogos calcados del filme original, esta versión se corre muy poco de la estructura madre. Entonces, es inevitable -y aconsejable- poner blanco sobre negro: el inigualable papel de Sissy Spacek es más decidido, adulto, sexual y expresivo que el interpretado por la actriz de Kick Ass I y II, Déjame entrar y Sombras tenebrosas, quien posee un exagerado poder sobrenatural, destruye objetos con la mente y fuerza levitaciones. Pero su halo inocente, jamás la abandona.

En Carrie se destaca la banda de sonido y el atormentado rol maternal de Moore, quien es abrazada por el sombrío mundo de su casa, con un Cristo que se desangra y cuchillos que vuelan. Ella se autoflagela y aparece siempre con el pelo revuelto, como una bruja.

Si la cámara lenta fue el recurso ideal para el deambular espectral de la clásica Carrie en el salón en llamas, en 2013 se abusó en proyectar, desde varios planos, a la sangre de cerdo derramada sobre la joven. O ver al detalle, como un rostro atraviesa un parabrisas. En fin, la leyenda no se mancha.