Carol

Crítica de Josefina Sartora - Otros Cines

Dos contra el mundo

El realizador de A salvo, Velvet Goldmine, Lejos del Paraíso, I'm Not There y Mildred Pierce filmó esta exquisita transposición de la controvertida y ya mítica novela autobiográfica de Patricia Highsmith sobre la historia de amor entre dos mujeres de distintas edades y orígenes sociales (notables trabajos de Cate Blanchett y Rooney Mara) en los años '50. Nominado a 6 premios Oscar (pero no a Mejor Película ni Dirección), se trata de uno de los mejores estrenos de los últimos meses.

Durante mi cobertura del Festival de Nueva York ya expresé mi entusiasmo por Carol, de Todd Haynes, un film extraordinario en todo sentido. La historia de amor entre Carol (Cate Blanchett), una mujer de clase alta, poderosa pero infelizmente casada, y Therese (Rooney Mara), una muchacha que trabaja en una de las grandes tiendas de Nueva York y que desea ser fotógrafa, da pie a una reflexión sobre la situación de la mujer en el rígido sistema de vida de los Estados Unidos en los años ´50. Verla nuevamente me sugirió otras observaciones.

Blanchett y Mara cumplen sendas actuaciones memorables. Mara ganó el premio a mejor actriz en el Festival de Cannes y ambas están nominadas al Oscar. Blanchett (una de las mejores actrices del momento, esta es su séptima nominación, y ganó el Oscar dos veces) tiene una fuerza expresiva arrolladora, sabe manejar su corporalidad que habla por sí misma como signo del deseo y la contención y conoce el efecto que causa en la joven, mientras que el rostro y los gestos de Mara la muestran claramente ansiosa por conocer un mundo nuevo. Mara posee algo de la Audrey Hepburn de La mentira infame (The Children's Hour, 1961), pero en este nuevo film el lesbianismo no está vivido como un problema en sí mismo -como en aquel film-, sino como conflictivo socialmente. Es interesante observar que la autora de la novela algo autobiográfica que dio origen a Carol, Patricia Highsmith (con El precio de la sal, que debió publicar bajo el seudónimo de Claire Morgan) era bisexual, mientras la productora, la talentosa Christine Vachon, colaboradora habitual de Haynes, es lesbiana.

Haynes ha demostrado en toda su filmografía tener una especial sensibilidad para plasmar la psicología femenina, y aquí su exquisitez se expande a todos los niveles: el cuadro social, la recreación de época -con un esfuerzo admirable en la dirección y diseño de arte, sobre todo si tenemos en cuenta que el film transcurre en gran parte en exteriores- y lo más notable es la creación de atmósferas. La atracción entre ambas mujeres es inmediata, un coup de foudre; toda la escena del primer encuentro está destinada a la antología. La tensión erótica está sostenida y contenida durante todo el film, y también llega a momentos de expansión. La fotografía de Ed Lachman es muy sofisticada, con un significativo uso del color que evoca el Technicolor de los ‘ 50, planos lejanos tomados tras vidrios o reflejados en espejos, como el mejor melodrama clásico a-lo-Douglas Sirk, o tomas de los rostros que resultan notables retratos. La narración está estructurada con una introducción y un largo flashback, después del cual la escena inicial queda resignificada, en un círculo que sin embargo no llega a cerrar, y deviene espiral.

El film muestra el estado de la mujer, encorsetada dentro de un rígido sistema de pautas sociales, pero ellas eligen vivir sus propias elecciones, en una suerte de Thelma y Louise de los '50. Con Carol, Haynes continúa la tarea crítica que ya desarrollara en Lejos del Paraíso (2002) y Safe / A salvo (1995), películas en las que también retrataba el sometimiento de la mujer a normas sociales represivas signadas por el varón, en las que no calza, porque no le son propias. Recientemente, en su serie Mildred Pierce volvió sobre el mismo tema.

Carol es una obra del siglo XXI. El cine tiene hoy un tratamiento de la homosexualidad totalmente distinto del que recibió en los ’50, y las resoluciones de la historia hubieran sido impensadas en esa época. Como lo postula Vito Russo en su conocido libro The Celluloid Closet dedicado al tema, el cine de Hollywood castigó con la muerte, el ostracismo y otras penurias a todos los homosexuales, dejando sentado un código de conducta. Por otra parte, era inconcebible ver escenas de sexo entre mujeres en la pantalla hasta hace muy poco. Incluso la diferencia de clases hubiera hecho difícil semejante romance.

La sutileza de Haynes evita caer en diálogos obvios; contada desde el punto de vista de Therese, adivinamos su atracción por esa mujer que se le acerca desde una posición de poder, su curiosidad, la imagen que va creando de ella, la mezcla de turbación y determinación ante el cruce del umbral, los conflictos emocionales de ambas gracias a la expresividad de sus cuerpos, de sus gestos y miradas, sin necesidad de palabras. Aunque el film mantiene un cierto distanciamiento, incluso frialdad, aun en los momentos más dramáticos, lo cual es un rasgo de la literatura de Highsmith.

Los secundarios a cargo de los excelentes Kyle Chandler y Sarah Paulson son también dignos de mención, pero la fuerza de las dos protagonistas los reserva a un segundo plano. El Oscar siempre le ha sido esquivo a Haynes, ícono del cine gay: ni el director ni su película están nominados, aunque sí lo están el guión adaptado, la fotografía, el vestuario y la música, además de ambas actrices. Todos merecen un premio. Pero yo no tengo devoción ni fe en los Oscar…