Carne de neón

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Curvas, sangre y risas

Filmada parcialmente en Buenos Aires, tiene una dosis del humor de “Torrente” y guiños a lo Tarantino.

Con una dosis humorística a lo Torrente, la narrativa y presentación de personajes a lo Snatch de Guy Ritchie y la crudeza de Quentin Tarantino, Carne de neón es una intensa (e interesante) propuesta del español Paco Cabezas, realizador de Aparecidos, que dirigirá a Nicolas Cage en el policial Tokarev.

La película, donde lo azulado se impone en su lograda fotografía, se desarrolla en el submundo de la prostitución. Allí Ricky (Mario Casas) es un joven que se crió en el entorno de la delincuencia y que lidia diariamente con drogadictos y proxenetas. Su misión de vida es darle un peculiar regalo a su madre Pura (Angela Molina): el club nocturno Hiroshima. Ella, prostituta y recién salida de la cárcel, no reconocerá a su niño: el Mal de Alzheimer la nubla.

El filme apila demasiadas situaciones dignas de un thriller policial: secuestros extorsivos, torturas, violencia de género, tráfico de bebés, lo que engrosa a una película correcta que con menos condimentos también habría funcionado. Pecó de abundante. El entrañable personaje de Angelito (Vicente Romero), un proxeneta antihéroe amigo de Ricky se contrapone a El Niño (Luciano Cáceres), en un papel frágil de sentimientos, aunque algo atontado.

Es destacable la mutación del galán Mario Casas (de la exitosa Tres metros sobre el cielo), difícil de sacar de su rol de seductor, acá se lo ve fiero, rápido para las negociaciones, con carácter, mérito de la dirección del realizador. El Hiroshima es un mundo aparte, con la base rockera como sonido ambiente, entre el meneo de las chicas en el caño y algunos desnudos oportunos como el de La Canija (Macarena Gomez), clon de Courtney Love.

La película no baja una línea moral aunque navega entre la sensibilidad (en torno a un bebé) y la violencia. La dureza se ve con El Chino (Darío Grandinetti), un mafioso de la noche que asesina a un policía (maniatado) a través de un submarino seco, o a patadas a otro uniformado, clavado a una mesa con navajas. Curvas, sangre y risas.