Carancho

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

En el estilo de El bonaerense y Leonera, y con algunos toques de Nacido y criado y Mundo grúa, Pablo Trapero entrega en su sexto largometraje una nueva y feroz indagación sobre seres urbanos marginales o dejados de lado por la sociedad. Tan contundente como desoladora, Carancho muestra una realidad poco conocida por la comunidad y escasamente divulgada por los medios, aquella que tiene que ver con agentes de estudios jurídicos que, tras una fachada de ayuda a víctimas de accidentes de tránsito, tienen en realidad el objetivo de cobrar suculentos seguros. Para ello precisan de un esquema en el que no sólo estén involucrados enfermeros, jueces, policías y aseguradores, sino también los presuntos damnificados y los testigos.
Dentro de este turbio panorama Sosa (un compenetrado y convincente Ricardo Darín), un carancho encargado de llevar adelante este lucrativo mecanismo ilegal, se encontrará con Luján (la bellísima y talentosa Martina Gusman) una mujer médica también un poco al margen de todo, esforzada, desprotegida y adictiva. En medio de ese infierno de intereses tenebrosos surgirá una compleja relación pasional y afectiva entre ambos. El despectivo mote identifica también a un ave de rapiña que habita en nuestro país, que se alimenta principalmente de carroña, frecuenta basureros y banquinas de rutas en busca de desperdicios e incluso acepta la compañía de buitres.
Con un estilo de policial negro y sin dejar de lado el entretenimiento, el film de Trapero logra establecer también una poderosa pintura social, en la que la sombra de las decenas de muertos diarios a causa de accidentes automovilísticos está perturbadoramente presente. La estupenda factura técnica del film enmarca una pareja protagónica que transmite intensidad, verosimilitud y química, rodeados por un elenco impecable.