Cara sucia, con la magia de la naturaleza

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Cara Sucia, con la magia de la naturaleza es una película ambiciosa e infrecuente para el cine nacional: filmada en Misiones, en coproducción con España y Suiza, combina animación con actores y escenarios naturales para contar la lucha de los niños de un pueblo selvático contra una empresa que viene a deforestar la zona. Rodada en 2011, los efectos visuales de posproducción hicieron que su estreno se demorara hasta ahora.

De un lado está la heroína, Mariel, conocida por todos como Cara Sucia, que pasa sus días con su hermanito jugando con la flora y la fauna de la selva misionera. Hasta que un día llega la bruja Melany (Laura Novoa), dueña de poderes mágicos y económicos: capaz de hipnotizar a los adultos con su mirada, es además la dueña de una compañía que se propone vender al extranjero la madera del lugar.

Esta fábula ecologista dedicada a los chicos habla, con trazos gruesos, del poder corruptor del dinero: la bruja seduce a los adultos con regalos costosos y sólo los más pequeños, aún puros, son quienes se dan cuenta de sus verdaderas intenciones. La jungla se defiende dándoles a Cara Sucia y sus amigos la capacidad de transformarse en criaturas con superpoderes para combatir a la invasora.

El exuberante paisaje misionero es la escenografía ideal para una película de aventuras. Pero si bien las tomas de las cataratas del Iguazú, la tierra colorada y la tupida vegetación cumplen con creces los propósitos de promocionar turísticamente la provincia, no son suficientes para que la ficción funcione.

Es destacable el esfuerzo del misionero Gastón Gularte por disimular las carencias tecnológicas y presupuestarias: las animaciones y su combinación con actores están, dentro de todo, bastante logradas. Pero no hay nada que compense la falta ritmo y las flojas actuaciones, por lo que Cara Sucia, con la magia de la naturaleza no cumple con su función primaria: entretener.