Capitán Phillips

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Rich Philipps tiene una conversación con su esposa antes de iniciar una nueva travesía por altamar. Al capitán lo espera un barco mercantil que lleva alimentos y agua a la región de Somalia. "El mundo se mueve muy rápido", coinciden ellos, en la introducción de Capitán Phillips, película de Paul Greengrass (Vuelo 93; la saga de Bourne) basada en un hecho real.

Tom Hanks, en el protagónico omnisciente, realiza un trabajo que mantiene al espectador atento a cada músculo y gesto de su rostro. El comentario inicial, única reflexión en dos horas quince de película, de alguna manera explica el choque brutal entre la ética del capitán y el nuevo orden sin reglas. Los piratas somalíes llegaron para quedarse.

Paul Greengrass ofrece un cóctel de acción, suspenso y violencia en el que, primero la tripulación, y luego solamente el capitán, enfrentan el riesgo en aguas internacionales. La película plantea el conflicto desde el punto de vista americano, con el capitán justo y de vasta experiencia que, aun precavido, vive una pesadilla inimaginable, a manos de cuatro muchachos mal alimentados y harapientos, pero armados y sobre-estimulados por el dinero que piensan que ganarán en el atraco.

La trama de Capitán Phillips tiende hilos sutiles por debajo de la acción vertiginosa. El hombre que zarpó pensando en su familia, preocupado por el futuro de sus hijos, se encuentra con un presente desesperado en los rostros de los jóvenes somalíes que atacan el carguero.

La película describe con eficacia el rumbo del buque de carga MV Maersk Alabama por el Océano Índico y los temores del capitán que al zarpar del puerto de Omán revisa las medidas de seguridad. El rostro de Hanks transmite incertidumbre, expresión que se instala cuando el buque toma el llamado Cuerno de África.

Frente a la majestuosidad del barco con ayuda humanitaria y el mar inmenso, la ironía llega a bordo de las barcas de los piratas que cabalgan las olas. Durante el relato se mantiene el juego de la desproporción. La trama que ofrece el montaje pone el contraste como el material de una tragedia que excede la acción y los efectos.

Hanks logra transmitir la angustia del personaje casi sin moverse del cubículo en el que transcurre más de la mitad de la película. Con la cámara encima de los cuerpos, primeros planos de los ojos enormes en caras al límite de la adrenalina, Capitán Phillips se parece a un documental de altísimo presupuesto. Al distanciar los hechos, la historia potencia su dramatismo. Sobre todo cuando comienza el operativo de rescate, las negociaciones y la galería de especialistas en temas bélicos.La miseria de ese mundo que el capitán no conoce, y del que su país es responsable; el odio racial, los buenos negocios con mano de obra barata; los idiomas del miedo y el universal, del dinero, hacen de la película, según Paul Greengrass, un ejercicio sobre la realidad.

A pesar de la espectacularidad hollywoodense, el culto al despliegue de fuerzas militares estadounidenses, y de la Marina, en especial, Hanks parece un hombre como muchos, una capacidad del actor que adora los uniformes y los trasciende.