Capitán Fantástico

Crítica de Carolina Giudici - Morir en Venecia

La película comienza con un ejercicio de destreza: con un cuchillo como única ayuda, un joven se lanza sobre un ciervo y lo degüella en el acto, ante la mirada seria de su padre y de sus hermanos. Es un bautismo de sangre: “Hoy el niño ha muerto. Ahora hay un hombre”. Todos están camuflados para mimetizarse con la vegetación, con sus cuerpos y rostros embadurnados de barro. Y claro, allí uno piensa en las máscaras feroces de Apocalypse Now (justo una película vecina en la programación del festival), así como también recuerda los peligrosos verdores de Deliverance y la musculatura de El señor de las moscas. La diferencia es que en Captain Fantastic ese estado “salvaje” (“precapitalista” sería un término más preciso) representa una condición elegida y no un callejón al que se llega por desesperación o locura. En esta ficción Viggo Mortensen interpreta a Ben, un hombre que decidió criar a sus seis hijos en medio de un bosque, lejos de la modernidad, del consumo, de las tecnologías (tema que a la vez nos lleva a otro film estrenado este año: Le meraviglie). Los chicos son cazadores, agricultores, artesanos, briosos atletas e intensos lectores, cualidades moldeadas bajo una estricta disciplina. Para ellos, celebrar el cumpleaños de Noam Chomsky resulta ser el acontecimiento más importante del año, aunque a uno de los varones también le encantaría poder festejar la Navidad, “como lo hacen todos los demás”. Todo forma parte de un proyecto político que Ben encaró junto a su esposa y madre de los chicos. Sucede que un día la mujer muere. Y la familia debe salir a la ruta para enfrentarse con el mundo, o aquello que el protagonista define como “el sistema”. Allí el padre deberá hacerse cargo de muchas contradicciones y asumir que, quizás, su acerada arrogancia podría estar cercenando la individualidad de sus hijos.

La trama aborda una cuestión que no sólo tiene alcance universal, sino que además debería ser siempre prioritaria: si realmente creemos que la emancipación sólo llegará a través de la educación, ¿qué clase de crianza debemos darle a nuestros hijos? No tengo dudas de que Matt Ross realizó el film con las mejores intenciones, y encima cuenta con Mortensen, que aquí vuelve a lucirse con esa sencillez tan magistral que lo caracteriza (yo intuyo que a Viggo le compramos lo que sea porque es un actor que nunca parece estar actuando). Captain Fantastic una película amable, visualmente hermosa por momentos, pero débil en su construcción dramática, afectada por el carácter excesivamente programático del guión, rasgo que en muchas escenas se torna muy evidente y anula cualquier atisbo de frescura. Pienso en el dibujo que hace el film de Bo (George MacKay), el hijo mayor del clan, quien debido al aislamiento no ha tenido roce con las mujeres y no sabe bien cómo vincularse con ellas. Cuando conoce a una chica que le gusta, para declararle su amor el joven no encuentra mejor opción que arrodillarse cual improvisado Romeo mientras recita un inverosímil parlamento científico-literario. Se supone que uno debería pasar de la sensación de ridículo a la ternura al escuchar al personaje, pero nada de eso no ocurre, porque la escena se nos hace directamente fría. Artificial. Está colocada para probar uno de los veredictos del film (luego subrayado por los diálogos): la experiencia vivida en el mundo concreto aporta una clase de sabiduría que los libros no contienen.

Hay que reconocer que, a pesar de su tibieza, Captain Fantastic no es una película ingenua. Al mostrar la mansión perteneciente a los suegros de Mortensen, por ejemplo, el realizador postula que el sueño hippie sigue siendo producto de jóvenes burgueses que se lanzan a practicarlo casi como si fuera un ensayo existencial, sabiendo que pueden volver al confort familiar si la aventura fracasa (que el dato sea un lugar común no lo hace menos cierto). Pero creo que lo más interesante del relato reside en un puñado de indicios que sugieren que el protagonista no puede controlarlo todo, ni siquiera en el campamento del bosque. La hija más pequeña de Ben, Zaja (interpretada por la maravillosa Shree Crooks), pronto se nos revelará como una enciclopedia andante, con muchos contenidos acumulados sobre historia y actualidad acumulados en su cabeza. A la niña también le fascina cazar nutrias y desollarlas con un cuchillo que ella no debería usar. Al comienzo del film vemos cómo el padre sube a buscar a Zaja a una casita montada sobre un árbol, donde descubre que la niña tiene un retrato del bestial Pol-Pot situado en un altar, rodeado de pieles, plumas y pequeñas calaveras de animales (y algo más). Y allí uno se pregunta cómo estará procesando esta nena toda la información inculcada por su padre. Mortensen, azorado, no sabe qué decir. La escena es breve pero inquietante, porque insinúa algo siniestro a través de una discreta ambigüedad. Allí podría haberse incubado, decidamente, otra película, claro que en ese caso estaríamos sacudiendo el cerco de la feel-good movie, convención que Captain Fantastic jamás pretendió traspasar.