Capitán América y el soldado del invierno

Crítica de Ulises Picoli - Función Agotada

Juego de patriotas

El universo cinematográfico Marvel está definido. La formula quedó marcada a fuego (con excepción de El Increíble Hulk, por algo cambiaron de actor) en aquella primera Iron Man donde brilló Robert Downey Jr. En ella se establecieron las pautas de todas las películas por venir. Acción medida, un espíritu de buena onda aún en las peores situaciones, y efectos especiales que no oculten lo más importante: un buen reparto basado en actores confiables aunque no fueran de la primera línea de estrellas. Y claro, nunca olvidar que es un producto para disfrutar, la diversión nunca puede dejarse de lado. Capitán América y el Soldado de Invierno (Captain America: The Winter Soldier) viene a continuar ese trazado, y quizás, a ponerle un poco de complejidad al mundo Marvel.

Capitán América es el personaje que encaja más perfectamente en la clasificación de héroe (etimológicamente hablando) del universo marvelita. Con él, no hay mucho lugar para el histrionismo estilo Tony Stark (Downey Jr.) o Loki (Tom Hiddleston). A pesar del buen comediante que es Chris Evans, su rol debe es el de mostrarse integro, y su aspecto de muñeco de torta, resulta justo y preciso para la visión ideal que el norteamericano tiene de sí mismo. También como buen (norte)americano resulta puritano, rozando lo asexual, un ascetismo con el que se juega (un tipo congelado, de otro tiempo) y con lo que Viuda Negra (justamente esa bomba llamada Scarlett Johansson) lo fustiga. Siendo del gran país del norte no lo queda más que ser el tipo de héroe que le gustan a ellos: un soldado. Y por eso, la autoridad y las instituciones son su territorio, el juego político y las conspiraciones, no le sientan mal. En la primera película, eran los nazis y la organización HYDRA, en este, una intriga dentro de S.H.I.E.L.D.

La trama surge en medio de el lanzamiento de tres helicarrier (unos portaviones que pueden volar y están armados hasta los dientes) que establecerían una “seguridad” unilateral y totalitaria, digitada por la mesa chica del poder mundial. De la mano de S.H.I.E.L.D. y Pierce (Robert Redford) surge una crisis con la que debe lidiar el Capitán y toda la organización. Uno de los puntos fuertes de la historia es la elección del viejo Redford. Actor reconocido de films con tintes políticos (Todos los Hombres del Presidente, Los Tres Días del Cóndor, Leones por Corderos), su rol en Capitán América y el Soldado de Invierno es determinante, y resulta un sólido complemento en cuanto a los planteos éticos y políticos de la película.

Parte de esta complejidad proviene de la cuestión de Capitán América y su comprensión del presente. En el pasado ser bueno eran patria y honor, vencer a los malos más malos: los nazis.

El presente entrega organizaciones, corporaciones y representantes de ¿gobiernos?, cada uno luchando por un centímetro de poder. Todo es más difuso. Por eso, promediando la película, cuando se devela el enemigo, Capitán América sonríe satisfecho, él necesita saber contra quién se enfrenta. Como un soldado raso, ve el frente, la meta y una oposición, códigos férreos que lo deshacen entre intrigas en las que hoy debe moverse. Hasta debe cambiar de guía, de un general (Tommy Lee Jones) a un agente de las sombras como Nick Fury (Samuel L. Jackson) moldeado a través de guerra fría, terrorismo y enemigos invisibles. Mucho de la película se va a debatir entre la ética del poder, y quién debe ejercerlo. Y si acaso hay alguno que puede (o debe) hacerlo.

Pero no nos olvidemos de la acción. Un film que sorprende gratamente con su despliegue físico, mucho mano a mano, persecuciones y escapes imposibles (y queribles) que ponen en contraste el costado más conspirativo con el espectáculo visual y sensorial. Y el famoso Soldado de Invierno, se transforma en un poderoso rival, un contrincante que rivaliza y está a la altura del duelo que esperamos.

Habrá que esperar para ver que sucede con este mundo Marvel que sigue ampliándose pero que con la utilización de momentos dramáticos repetidos, regreso/cruce de personajes, y un mismo tono ameno (por ahora imperecedero) puede llegar a correr el riesgo de agotarse.