Capitán América - El primer vengador

Crítica de Martín Iparraguirre - La mirada encendida

Figurita repetida

Los amantes de los cómics cinematográficos tuvieron (y tendrán) un año para el regocijo: El Avispón Verde, Thor, X Men: Primera Generación, Transformers, ahora Capitán América y próximamente Linterna Verde, constituyen una oferta digna de mención, acaso un indicio de la coyuntura histórica en que está inmerso el mundo (Córdoba incluida), o por lo menos el cine industrial. Ya se sabe, este tipo de fantasías florecen en épocas de guerras (y Estados Unidos está envuelto en varias, incluyendo la de salvar su economía) y explicitan como pocas el imaginario cultural y político de un país (o imperio) que está convencido de su misión evangelizadora del mundo: el cine “de entretenimiento” es también un modo fantástico de crear sentido, imponer una cultura, naturalizar categorías que ordenen la existencia de las personas, aún desde niños. Claro que nada de esto es nuevo, y no se trata de una confabulación de tipo planetaria de Hollywood, simplemente es un modo de leer el mundo que hoy se antoja inocente y se acepta como normal, a pesar de su ostensible puerilidad y de su naturaleza esencialmente maniquea.

Pero el cine suele ser más complejo, ya que aún las películas de superhéroes pueden problematizar el mundo (sobran ejemplos, basta citar al Batman de Christopher Nolan o incluso la misma X Men), aunque no parece ser el objetivo principal de Marvel, el sello detrás de Capitán América: el primer vengador, filme que cierra un ciclo de la factoría para lanzar, en 2012, la ambiciosa Los vengadores, que reunirá a todos sus superhéroes (Capitán América, Iron Man, Thor, Hulk y Hawkeye, de los que podremos ver un anticipo al final de la secuencia de títulos de esta película). Lo cierto por ahora es que, como varias de sus precedentes (sobre todo Thor), la nueva versión de Capitán América no aspira a más que ser un pequeño trampolín para aquel gran tanque, u acaso suceda también que, a fuerza de repetición, el formato ya comienza a mostrar sus límites. Convencional más que clásica, la película de Joe Johnston (director de Jurasic Park III, Jumanji y la impresentable El hombre lobo) vuelve a los años ´40 y la lucha contra el nazismo (fuente primigenia de varias de las tiras de Marvel) para narrar el nacimiento del Capitán América, personaje emblemático si los habrá del país del norte, pues en los hechos nació como una herramienta de propaganda en la Segunda Guerra Mundial (y con el tiempo y la mano de Stan Lee se fue convirtiendo en un héroe casi proletario).

Steve Rogers (Chris Evans) es un joven poco agraciado en su desarrollo físico: pequeño, casi escuálido, asmático y lleno de problemas de salud, el tipo es rechazado una y otra vez por el ejército de su país, en el que se quiere alistar para vengar la muerte de su padre. Hasta que un científico descubrirá que su personalidad, generosa y valiente, lo hace el mejor candidato para un experimento que busca crear una nueva raza de soldados para enfrentar al nazismo: el resultado será el Capitán América, que primero nacerá como un personaje propagandístico para recaudar fondos, pero apenas llegue a Europa no tardará en entrar en acción. Claro que al mismo tiempo, en el viejo continente, un científico un tanto trastornado y también con superpoderes, descubrirá una fuente de energía excepcional, adjudicada a los “dioses nórdicos”, que transformará en un arma letal, capaz de torcer la guerra a su favor (transgrediendo además a Hitler) y convertirlo en el dueño de todo el planeta. El villano es nada menos que Calavera Roja (Hugo Weaving), un desquiciado que se propone aniquilar las grandes capitales del mundo, incluida Berlín, y que será la gran némesis del Capitán América.

Episódica y por momentos tediosa, con un planteo simplista y de naturaleza fetichista, Capitán América llega empero a insinuar algunos pocos ítems interesantes, como aquella campaña propagandística encabezada por el propio protagonista (con lo que no sólo refleja el origen histórico del personaje, sino que amaga con tomarse en solfa a sí misma y al género, aunque no durará mucho), o cierta voluntad por minimizar los efectos especiales y apostar al relato y la construcción de suspenso, que sin embargo resulta frustrada. Y es que la película falla justamente en estos campos donde Hollywood se cree experto, ya que si por un lado la narración se vuelve porosa por las múltiples subtramas que aborda (que incluyen, por supuesto, una romántica), con la consecuente suspensión de la tensión, por el otro los personajes tampoco tienen ningún desarrollo fuera de lo previsto, nada que los vuelva interesantes, con lo que el temido tedio llega para quedarse, y ni siquiera las espectaculares escenas de acción, que llegan un tanto tarde, servirán para salvarlo.

Por Martín Ipa