Capitán América - El primer vengador

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

El alma del soldado

A principios de los ‘40, cuando lo que después se consolidó como DC Cómics ya tenían a Superman y Batman, y Estados Unidos entraba en la guerra; cuando el que sería conocido como Stan Lee aún estaba en pantalones cortos, Joe Simon y Jack Kirby idearon para la editorial un héroe peculiar: un supersoldado, con habilidades amplificadas, que se enfrentara a las potencias del Eje, con su propio sidekick, un muchachito llamado Bucky Barnes.

La idea es que este combatiente fuese en sí mismo un emblema del país, tachonado de barras y estrellas, y con un nombre singular: Capitán América.

Terminó la guerra, pasaron los ‘50 (época en la que los superenmascarados casi desaparecieron), Atlas fue Timely, y a principio de los ‘60 se relanzó como Marvel, de la mano del ingenio del ahora crecido Lee. Mientras su competido Carmine Infantino resucitaba a los viejos héroes de la DC, “The Man” decidió descongelar (literalmente) al personaje creado por su ahora compañero Kirby: el Capitán América era sacado del hielo, y debía enfrentarse a la “moderna” sociedad de la Guerra Fría.

Ése es el punto de partida del nuevo filme sobre el patriótico paladín: un hallazgo en el hielo, y la imagen congelada de un archiconocido escudo.

Ejército de un hombre

La historia se remonta entonces a 1942: un científico nazi, Johann Schmidt, se apropia de una fuente de energía de Odín (ya empezamos el vínculo con Thor), con la que planea apoderarse del mundo, despegando su organización (Hydra) de la férula de Hitler. Schmidt se cree superior porque experimentó una variante primitiva de un suero especial, creado por el profesor Erskine, quien ahora está en Estados Unidos dispuesto a crear un ejército de súpersoldados con esa fórmula.

Erskine elige como sujeto de pruebas a Steven Rogers, un debilucho de Brooklyn de gran coraje y tenacidad. El experimento sale bien, pero Erskine es asesinado por Hydra, y Rogers queda como el único de su clase. El senador Brandt lo usará como emblema, hasta que su amigo Bucky Barnes cae prisionero y el Capitán sale al rescate.

Ahí se convertirá (al frente de un equipo especial) en el azote de Hydra, para terminar confrontando con Schmidt (que no es otro que Cráneo Rojo) y llegar a un clímax que no conviene desarrollar aquí. En el medio, tendrá tiempo de enamorarse de la agente Peggy Carter, algo traumático para aquel muchacho que antes todas ignoraban.

Puesta en acción

Este filme es el último que se suma a la serie de películas que culminará el año que viene con “Los Vengadores”, donde Nick Fury (el personaje que viene interpretando Samuel L. Jackson) reunirá en un equipo al Capitán con Thor, Iron Man y la Viuda Negra (inspirándose en una actualización paralela de cómic denominada “The Ultimates”).

Por esta razón, sigue la misma línea cuidada que los filmes de los otros componentes. Aquí el director elegido fue Joe Johnston (“Querida, encogí a los niños”, “Jurassic Park III”, “El hombre lobo”), quien puso toda su sapiencia para hacer funcionar este filme, fuertemente apoyado en el diseño de producción encabezado por Rick Heinrichs, que reconstruye el mundo de la Segunda Guerra, tanto en lo escenográfico como en la estética patriótica (una picardía: el traje que usa Rogers para presentarse ante el público está inspirado en el primero que le creó “El Rey” Kirby, con el escudo heráldico).

Todo redunda en un contexto de verosimilitud, en un mundo alternativo que terminará convirtiéndose en el Universo Marvel, tierra de enmascarados de uno y otro lado de la línea. La narración es fluida, y uno no se da cuenta de que ha transcurrido la mayor parte del filme hasta que toma conciencia de lo que está por pasar.

Como yapa, la escena oculta que todos estos filmes traen tras los créditos (quédese en la sala querido lector, a menos que haya dejado las milanesas en el horno) es en la práctica el primer trailer de “Los Vengadores”, que deja con ganas de que la estrenen mañana.

Los rostros

Desde el elenco, el simpático Chris Evans (quien ya fue la Antorcha Humana de los Cuatro Fantásticos) está acompañado por la sugestiva Hayley Atwell (Trabajó en “Cassandra’s Dream”, de Woody Allen) como Peggy Carter, y por los geniales Tommy Lee Jones (coronel Chester Phillips), Hugo Weaving (Johann Schmidt), Toby Jones (Dr. Arnim Zola) y Stanley Tucci (Dr. Abraham Erskine), que nunca decepcionan. Dominic Cooper le pone condimento a su Howard Stark, padre de Tony (Iron Man) y más parecido a éste de lo que se podría pensar.

El mensaje es claro: “El suero amplifica el interior”. Por eso nadie mejor que quien conoce la fuerza desde el lado de la debilidad para administrar un poder especial. Nadie mejor que aquel muchachito tímido, escuálido y enfermizo para convertirse en el paladín de las barras y estrellas, en el caballero andante de las muchachas americanas. “Las guerras se pelean con armas pero se ganan con hombres”, dijo George S. Patton. Y Steve Rogers es la prueba (con una ayuda de la ciencia) de que no hay mejor arma que el alma del soldado.