Cantantes en guerra

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

Cuando uno ve el poster de una película nacional protagonizada por dos figuras mediáticas, con un slogan que promete “en estas vacaciones de invierno la diversión está cantada” y “una comedia para toda la familia”, el espectador puede anticipar lo peor: otra concatenación de chistes completamente carentes de historia alguna, pero que generará rédito de la mano de aquellos espectadores que quieran seguir a los objetos de su admiración televisiva en una pantalla de cine.

Si bien Cantantes en Guerra se vale de esto como su principal gancho, por lo menos hace el intento de entregar un producto lo más cuidado posible desde lo narrativo.

Navajo, la película:
Durante un casting, un inescrupuloso productor pone fin a la dupla musical que conformaban Ricardo y Miguel, al estar solamente interesado en el primero. Mientras Ricardo conoce la fama como el cantante Richie Prince, Miguel sienta cabeza con su familia y se dedica a ser profesor de música.

20 años más tarde, un accidente automovilístico los vuelve a encontrar y le da la idea a Ricardo de retomar su dupla con Miguel en un próximo concierto. Durante el mismo, Miguel consigue destacar con sus habilidades musicales, lo que será el principio de una rivalidad con Ricardo.

El guion de Cantantes en Guerra no es una obra maestra de la narración cinematográfica, pero al menos es uno funcional y logra lo que se propone en materia de comedia. ¿Hay situaciones inverosímiles? Muy pocas. ¿Hay momentos donde el desarrollo adquiere una forzada rapidez? Desde luego.

Sin embargo, y en esto tengo el deber de ser honesto, tiene sus virtudes. Para empezar, esta película trabaja un arco de personaje. Estos empiezan en un lado y terminan en otro, habiendo aprendido algo sobre sí mismos, sorteando obstáculos que los ponen en contacto con sus fallas. En concreto: consigue, aunque sea en lo mínimo e indispensable, que nos importe lo que les pase a estos personajes.

Una historia a conciencia:
Es de destacar cómo el guion trató de trabajar la historia tomando conciencia de las limitaciones actorales de José María Listorti y Pedro Alfonso.

El personaje de Listorti tiene una reminiscencia a su Navajo de El Show de Videomatch, sumado a sus cómicos ataques de soberbia durante las cámaras ocultas a María Vázquez cuando leía poesía y se le reían en la cara. El personaje de Alfonso es escrito aprovechando esa imagen de chico de barrio de buen corazón que lo hizo ganarse el cariño de miles de espectadoras televisivas.

Por otro lado, la película aprovecha la oportunidad para hacer una pequeña crítica sobre la superficialidad de la industria musical, vigilando que tenga sentido dentro del tono que viene manejando y que sea funcional al desarrollo de los personajes, incluso si las canciones son medio sosas y hasta infantiles.

Muchos de los aciertos de la película tienen que ver con la dirección de Fabián Forte, donde desde el primer encuadre hasta el último demuestra ser un realizador con un claro manejo del lenguaje cinematográfico.

La propuesta estética de producciones de esta naturaleza no suelen dejar mucho lugar para el rebusque; uno va, hace plano y contraplano, da un par de indicaciones y espera, a la hora del montaje, que todo pegue. Acá cada corte, cada encuadre, cada movimiento de cámara y cada marcación actoral están pensadas en el impacto que puede tener en el espectador. ¿Debería de sorprendernos? Tomando en cuenta los estándares en los que se vienen manejando habitualmente películas de esta naturaleza, les diría que sí.

Naturalmente es necesario hablar de la labor interpretativa de José María Listorti y Pedro Alfonso. Empecemos por reiterar que todavía les falta un largo camino para consolidarse como actores, pero su química cómica es innegable. No obstante, cuando están separados, es Listorti el que se come la película con sus humoradas, acertando en todas las instancias cómicas que el guion pone a su disposición.

Alfonso, por otro lado, es un poco más reservado, un poco más sobrio. Es también en dicha individualidad donde quedan expuestas, a grosso modo, las debilidades interpretativas de ambos, casi siempre de la mano de un puñado de escenas un poco más emocionales e intimistas que inevitablemente se sienten forzadas.

Cabe aclarar el acierto de rodearlos de actores con más trayectoria y preparación para suavizar dichas desventajas. De este plantel de actores secundarios destaca Osvaldo Santoro, que se muestra muy eficiente como el interesado productor musical que encumbra a ambos personajes.

Conclusión:
Cantantes en Guerra no es ni por asomo una obra maestra del cine. Es más, si son de la opinión que Listorti y Alfonso no merecen estar en una película, no hay nada en esta película que pueda convencerlos de lo contrario. No obstante, sienta un ejemplo muy necesario: incluso si tu única meta es querer hacer dinero a expensas de la popularidad de dos reconocidas figuras mediáticas, necesitás sí o sí una historia lo mejor armada dentro de tus posibilidades.

Tras años de ver cómo han utilizado el “diversión para toda la familia” como una excusa para ignorar la necesidad de una buena historia, es grato ver a una propuesta como ésta preocuparse en atender dicha necesidad.

Esta película se propone hacer reír y lo consigue; al menos lo hizo conmigo, por lo que tengo la suficiente confianza para decir que si la eligen, mal no la van a pasar.